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El Principio de Peter “también” se cumple en política

Seguramente muchos de mis lectores habrán tenido, como yo, la fortuna de leer este divertido libro que, con el nombre de “El Principio de Peter”, salió a la luz en 1969, pese a que su manuscriro data de 1965 y, el Principio en sí, de 1960. En el texto podrá verse el porqué del desfase y que su vigencia no decae, sesenta años después. Su autor, Lawrence J. Peter, lo presenta con una simpática dedicatoria: “Este libro está dedicado a todos los que, trabajando, jugando, amando, viviendo y muriendo en su Nivel de Incompetencia, suministraron los datos para la fundación y desarrollo de la saludable ciencia de la Jerarquiología”. A los que no lo hayan leído, sobre todo si están en puestos de responsabilidad, de los que dependan personas, sean o no profesionales, vaya mi recomendación de que lo hagan. Y si lo hacen antes de salir del, a veces, proceloso mundo universitario, tanto mejor. Seguro que se divertirán mucho y puede que incluso aprendan algunas cosas. Siempre sale algo, o mucho, de los libros y de éste, en particular, también.

Antes de entrar en materia, no está de más recordar tan axiomático Principio: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia” que, traducido al lenguaje coloquial, viene a ser que, muchas veces, es mejor ser un buen segundo que demostrar que no se vale para ser primero. Y lo califico como axiomático porque, a poco que se tenga algo de experiencia y se haya observado el devenir del día a día en cualquier organización, y sobre todo si es grande, el citado Principio se convierte en un auténtico axioma que, como define el Diccionario de la R.A.E., responde a una “Proposición tan clara y evidente, que se admite sin demostración”. En la empresa privada, sobre todo en las muy grandes, también se produce ese efecto, incluso complementado con el de “Sublimación Percuciente”, despido hacia arriba, pero esto se sale de mi objetivo hoy.

Voy ahora con lo que me hizo titular así mi desahogo de hoy, jornada de reflexión para mis paisanos andaluces, dado que la política y, sobre todo los partidos, son jerarquías, y por qué entrecomillé la palabra “también” que incluía. No dudo que bastantes se preguntarán ¿cómo que, también, si precisamente en la política es donde, posiblemente –sé que vuelvo a pecar de benévolo– se cumple con mayor profusión el Principio de Peter? Pues por eso las comillas, porque en los últimos ¿20 años?… por lo menos, la incompetencia es la característica más visible en el perfil cada vez más mediocre de una no pequeña cantidad de nuestros políticos.

Muchos de ellos, me refiero a los de los primeros niveles, naturalmente con excepciones, tan honrosas como escasas, llegan ya con su nivel de incompetencia superado en varios escalones o lo superan cuando condicionan su trayectoria al “nivel de dependencia” del que los nombra digitalmente, o sea, con su dedo. Sin entrar en mucho detalle ni remontarme demasiado en el tiempo, que se podría, pero alargaría mucho el relato, entre los primeros podríamos incluir a los cinco del ala comunista del desgobierno de coalición frentepopulista, de los que no hace falta dar nombres, que recitarían algunos españoles aunque tal vez muchos deesconozcan. Junto a éstos, buena parte de los diecisiete procedentes del PSOE, que tampoco hace falta nombrar. Entre los segundos, sólo unos pocos, no más de cuatro o cinco, algunos teóricamente “independientes”, de afiliación, que llegaban precedidos de un cierto prestigio desde sus más o menos acreditados niveles funcionariales. Tampoco doy nombres que están igualmente en la mente de cualquier avezado lector. Citaré Defensa, Economía, Asuntos Exteriores, Interior…, a modo de pista. Pero cuando aceptan unirse al equipo de un mediocre, sectario y perverso para España y, una vez comprobada su incapacidad de actuar como deberían y demostrados sus desaciertos, propios o inducidos, no dimiten, entran de lleno en su nivel de incompetencia dependiente, que es casi peor que el otro. Ya me he referido a esta circunstancia en artículos precedentes, por lo que no me extiendo.

Superado con creces su nivel de incompetencia, llegaron los dos últimos presidentes socialistas y, en el límite, aunque con mucha más preparación, teórica y práctica, justo es decirlo, el último del PP, que había sido un buen segundo con su “elector”, pero, como demostró con creces, no tenía madera de líder y sus errores, de omisión principalmente, fueron, en buena parte, causa de la situación actual. Sé que tiene sus matices y ya he hablado también al respecto, en otros artículos, por lo que no corresponde ahora entrar en más detalle. A los hechos me remito. De no ser por los errores manifiestos de los polvos del bipartidismo, no habrían llegado los lodos escindidos, a izquierda y derecha, que no han aportado nada sino hacer buena la frase “divide y vencerás” atribuida a Julio César, que la izquierda supo manejar mejor, como quedó demostrado, especialmente, desde 2018.

De la mayoría de presidentes autonómicos y equipos, mejor no hablar, porque de los diecisiete más dos, se salvan cuatro o cinco de no entrar de lleno en el postulado de Peter. Ya sé que me dirán que barro para casa, que por cierto no es la mía, aunque los voté y votaré, pero los hechos son tozudos y los pocos que se salvan son del Partido Popular. También que no todo es perfecto en estos, pero en Madrid, Andalucía, Galicia… y Ceuta, han demostrado saber gestionar y ser queridos por su gente. No lo tengo tan claro en Murcia y, en particular, en Castilla y León, manifiestamente mejorables, ambos.

Menos aún, de esa “pléyade” –otra hipérbole– de senadores y diputados, de los diferentes  grupos asamblearios que, supuestamente, “legislan”, al son que les tocan, y de los que, difícilmente, la gran mayoría de españoles sería incapaz de dar una docena de nombres.

No estaría mal una especie de “tesis doctoral” sobre los perfiles profesionales –perdón por la hipérbole en muchísimos casos– y sus niveles de incompetencia, de nuestros políticos de los últimos veinte años. Yo no me atrevo porque, seguramente, caería en una melancolía de tal calibre que no sé si podría superar la depresión sobrevenida. Pero ahí lo dejo para algún valiente.

Y como escribo esto en la jornada de reflexión de las elecciones de Andalucía, espero que a alguno le pueda servir para su toma de decisión si lo leen antes de acudir a la urna. No sé yo, si no veremos también superar su nivel de incompetencia a alguno de los que no se espera que le pueda llegar, todavía. Tres, de los seis, lo tienen más que demostrado, pero puede que haya sorpresas.

Habrá que dedicar algunas líneas a la noche del domingo, la semana próxima, con los escaños andaluces repartidos.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.

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