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Más contradicciones y la importancia de una letra

Desde el batacazo en las pasadas elecciones autonómicas de Madrid del 4 de Mayo último, el desgobierno socialcomunista surgido del “abrazo de la traición”, que nos devolvió al frente popular de 1936, está enfrascado en dos temas principales, uno recurrente, como es el de las continuas contradicciones sanitarias y otro que estaba aparcado mientras, pero subyacía en los acuerdos de gobierno para asegurar la permanencia en el disfrute de las prebendas que conlleva el puesto de presidente, aparte de seguir “amortizando” el colchón del dormitorio que comparte en Moncloa con la hija de su suegro, del que un diario digital se destapaba el otro día desvelando la información recogida en “varias agendas confiscadas por la Unidad de Asuntos Internos de la Policía” al famoso comisario José Manuel Villarejo, sobre supuestas relaciones con algunos “destacados comisarios” https://www.periodistadigital.com/politica/gobierno/20210607/villarejo-destapa-cloacas-psoe-reuniones-suegro-pedro-sanchez-famosos-comisarios-noticia-689404478985/, pero ese es otro tema que no toca hoy.

Sobre el primero, como digo, recurrente con este desgobierno, antes con el ministro Salvador Illa, al que la supuesta pandemia –que cada día más científicos están llamando “plandemia”– le cogió por sorpresa y cuyo nombramiento, sin competencias casi, no era sino un guiño al catalanismo socialista para su promoción como candidato a las previsibles elecciones en Cataluña, que el tiempo acabó demostrando, y después con la canaria Carolina Darias, que en mala hora para ella aceptó la propuesta envenenada de su jefe para sucederlo y al que va superando en el despropósito. La última, esa cacicada unilateral endureciendo las medidas restrictivas de movilidad en hostelería y ocio nocturno, tomada contra el reglamento de la Comisión Interterritorial integrada por el Ministerio de Sanidad y los consejeros de Sanidad autonómicos, que parece que dice que los acuerdos deben adoptarse por unanimidad, en la que siete autonomías y ciudades autónomas –absurdo sobre absurdo– dijeron que no acatarían ese DAC (Documento de Actuaciones Coordinadas), que sería de “obligado cumplimiento” (sic) y retomando la responsabilidad sobre las mismas, pese a que el “presimiente” había “pasado el muerto” –nunca mejor dicho– a las autonomías después de haber “derrotado al virus y doblegado la curva” de nuevo. Una decisión, cómo no, dirigida especialmente contra Madrid y que Isabel Díaz Ayuso dejó claro en el primer momento que “no la cumpliría y la recurriría”, como hizo. Y hete aquí que la Audiencia Nacional vuelve a dar la razón a la Presidente madrileña y la nunca mejor llamada por un conocido comunicador de las mañanas como “Anodina” Darias, no tiene reparos en cambiar su DAC y decir que lo que se recogía en él no afecta a la hostelería (bares y restaurantes) y que para el ocio nocturno pasa a ser “recomendaciones”, o sea, nueva espantada ministerial con el rabo entre las piernas, ante el enésimo pulso que Isabel de España vuelve a ganar al desgobierno del melifluo errante Mr. Falconeti.

Mientras tanto, el presimiente a la fuga, pasen días y caigan dietas –por cierto, a las que él y cuatro de su gabinete no han renunciado en el Congreso y que, además, están exentas de IRPF–, devuelve la visita a su “colega” –en el sentido más peyorativo del término– argentino, Alberto Fernández, y se nos va al Cono Sur -¡qué pena que no haya sido al “quinto… cono”, de una vez!– para desde allí seguir con su guión sobre el autoindulto –como el propio Tribunal Supremo lo definía en su preceptivo y no vinculante informe con el que se oponía a la procedencia de indultar a los rebeldes del llamado procés– que quiere concederse a través de sus socios políticos, condenados e inhabilitados por los delitos de sedición y malversación de fondos públicos, y presos –eso sí, privilegiados– por lo mismo. Y aquí viene al caso lo de “la importancia de una letra” que anunciaba en el título, ya que la “d” de indulto se convierte en “s” de insulto a la inmensa mayoría de españoles, ante la inminente decisión de este irresponsable que sólo mira por pegar su trasero al sillón de Moncloa, su salvación, por una temporada.

Después de habernos dado a entender con su indecente postura interpretativa, que la sentencia del T. S. –que debió haberse mantenido por el delito de rebelión, nunca suavizado a sedición– respondía poco menos que a “revancha y venganza”, términos que rechazaba y a los que venía a hacer en sus espurias palabras “sinónimo” de justicia; precisamente el que desenterró 45 años después de su muerte los restos mortales del Caudillo Francisco Franco, claro que debió hacerlo también por esa “utilidad pública” que dice ahora. Pero, desde Argentina, da una vuelta rocambolesca más a su insoportable y pedante discurso y pide “Comprensión y magnanimidad”, argumentándolo en la citada y supuesta “utilidad pública” –que lo es, en todo caso, para unos cuantos separatistas, no para la mayoría de catalanes y de españoles en general– como “justificaba” el pasado miércoles en el Congreso el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo de Meritxell: “Se puede aplicar el indulto cuando haya razones de Justicia, equidad o utilidad pública, según contempla la ley», fallando en las tres. No las hay de Justicia, como dejó claro el T. S. en su informe, lo mismo que la Fiscalía antes en el suyo; no las hay de equidad, porque no se puede conceder un indulto a los políticos condenados por dos delitos muy graves, a los que se trataría de manera muy diferente al resto de delincuentes y ya hemos visto que la “utilidad pública” que citan tanto él como su jefe, se limita a la propia del que indulta, para su supervivencia política y permanencia en el poder y la de unos pocos secesionistas y otros cuantos de ese pelaje que pueda haber en Vascongadas y alguna otra de esas autonomías que han “descubierto” ese sentimiento regionalista después de 42 años del “café para todos” del Profesor Clavero Arévalo y todos esos en los que se ha ido desdibujando, por unos y por otros, la presencia del Estado Español en esas regiones y difícilmente se puede querer lo que no se ve, al menos en lo terrenal, que es lo que nos ocupa aquí y ahora.

Quiero recordar, respecto al nacionalismo, algo que recogía en un artículo del 30 de Octubre de 2019, después de asistir dos días antes a una mesa redonda organizada por el Casino de Madrid, con el título de “España y el desafío independentista. Propuestas para el fortalecimiento de la Nación”, en la que intervinieron José Manuel Otero Novas, Jaime Mayor Oreja y Alfredo Dagnino Guerra y, sin entrar en detalles, me refería al segundo de los ponentes, al que presentó el Presidente del Casino como nacido en 1951 e iniciado en política en 1977, es decir, con 26 años, y en eso sigue, aunque sea en fundaciones civiles ahora que, indirectamente, vienen de ahí. Le escuchaba, por “duodécima” vez al menos, la interpretación del mismo discurso, mezcla de profético y negativo con la situación del momento –menos malo que el que se propiciaría unos días después, añado ahora– y su punto de autocomplacencia al repetir la inminencia de lo que él venía definiendo como “gobierno del frente popular nacionalista populista” –que al final llegó, en buena parte por la inacción de los buenos como él– para confesar a continuación, sin rubor alguno, su “ignorancia de que el nacionalismo fuera insaciable” (sic), confirmando lo que muchas veces he dejado como preguntas retóricas: “¿Se puede gobernar o ser parte activa de la política española sin un conocimiento exhaustivo de nuestra Historia, al menos de la del último siglo y sin analizar las causas de lo que provocó el enfrentamiento de 1936/39 entre españoles, que no difieren mucho de las que se están volviendo a repetir? ¿Puede alguien ignorar que al nacionalismo, por mucho que se le dé, nunca estará satisfecho y cuando considere tener la fuerza suficiente, tratará de imponerse?”. Pues ya ven ustedes, se puede, aunque al menos, don Jaime, tuvo la honradez de disculparse por esa ignorancia que como tal o como “olvido” premeditado, no es exclusiva del político vasco. Y terminaba recordando unas frases de San Agustín de Hipona: “La ignorancia es madre de la admiración” y “Con frecuencia, la ignorancia es la desgracia del inocente”.

Y de aquellos polvos… estos lodos. La historia puede volver a repetirse con este insulto a la inteligencia de la inmensa mayoría de los españoles que supone el anunciado indulto, que para los nacionalistas no es sino una venta a Pedro Sánchez de tiempo de permanencia en Moncloa, porque ya han dejado claro que su objetivo es la amnistía, además de repetir hasta la saciedad que “lo volveremos a hacer”, porque el plan nacionalista sigue en marcha, en la línea que predicara Jordi Pujol hace décadas: “Ahora paciencia, después independencia”, que parece que nadie ha querido ver ni tratar de impedir en este tiempo pese a las clarísimas señales dadas en 2014 y en 2017.

Veremos si la concentración convocada para el próximo domingo, día 13 y celebración de San Antonio de Padua, se convierte con su ayuda en un clamor con la suficiente trascendencia internacional como para que el descontento del pueblo español con esta mediocridad, apoyada por docena y media de partidos, que se ha instalado en el gobierno, sea tan evidente que pueda hacer reconsiderar la decisión ya tomada, aunque me temo que seguirá la decadencia y ya veremos si aprende el suficiente número de españoles y algunos de sus voceros patrocinadores mediáticos que la división del voto visceral –como se demostró dos veces en 2019– sólo ayuda a mantener al que plagió su tesis y, si se le deja, acabará plagiando el Manifiesto Comunista, del que cada día está más cerca.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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