Hay una frase que dice que la libertad de uno termina cuando empieza la del otro.
Esta afirmación es la que parece está aplicando la judicatura en este país y que está demostrando que no todo está perdido.
Establecer claramente que no hay libertad de expresión cuando no se respeta a los símbolos de este país, cuando se ultrajan es una buena muestra de ello. Tal y como ha concluido el Tribunal Constitucional.
Y es que no podía ser de otra manera. Asistimos a un continuo ataque al orden establecido, agravado, además, porque se produce dentro de nuestro mismo gobierno, por partidos que, claramente, se manifiestan como antisistema: “Vamos a Madrid a tumbar definitivamente ese régimen”, por ejemplo.
Que un Tribunal, junto al Supremo, tan importante defienda “a capa y espada” a nuestro país, por lo menos aleja a los fantasmas del caos y de la anarquía a los que algunos quieren que imperen en este país.