La Educación y la Sanidad o viceversa, siempre han sido en este país las grandes perjudicadas. Los políticos solo se han interesado por ellas en periodos electorales. Así nos luce el pelo.
La pandemia que tenemos está demostrando la enorme falta de infraestructuras sanitarias de las que adolece este país y de cómo, tras años de desidia, no se ha estado preparado para catástrofes de este tipo. Incluso en estos momentos, en los que habiendo pasado por una oleada de coronavirus con estado de alarma y confinamiento en el que se preveía ya la segunda oleada que vivimos, tampoco se ha preparado y predispuesto.
Por otro lado, la Educación. Una calidad educativa inexistente que nos coloca en los puestos de cola europeos y que es utilizada por la clase política de este país para, o bien, marcarse un tanto o para crear auténticos analfabetos culturales.
Cada partido que ha gobernado este país ha hecho una reforma educativa. A cual peor. Ahora la última, la ley Celaá, que convierte a los alumnos en personas sin capacidad de crítica, sin capacidad de esfuerzo en el que por escribir la «O con un canuto» uno puede pasar de curso. Lamentable.