Mucho se habla de esas mal llamadas “tres derechas” que alguna prensa inventó, o sabe Dios quién, porque casi todo el mal empieza con el bolso en el escaño de Mariano Rajoy durante la moción de censura y llega a Moncloa el rey de la mentira, el doctor Plagio cum Fraude y su gurú en la sombra, Iván Redondo, un “mercenario” de la política, término apropiado para el que ayudó a dos políticos populares, Xavier García Albiol y José Antonio Monago, hoy reforzado tras un tan brillante como inexplicable éxito con mimbres tan cuestionables, salvo en la falta de escrúpulos, que son líderes.
Tres derechas, Ciudadanos, Partido Popular y VOX, por orden ascendente en esa ideología, que más bien serían “partidos fuera de la izquierda socialcomunista y el nacionalismo separatista de ambos signos”, llamados ahora constitucionalistas frente al Partido Sánchez Oprobiosamente Entregado en que devino el pocas veces decente P.S.O. Español en sus 140 años de antigüedad. La nueva contradicción de Moncloa, en escasas seis horas, lo deja claro. “Si no hay mesa no hay legislatura”, dijo Gabriel Rufián en el debate de investidura y se lo recordó de nuevo, por si acaso.
La división de las derechas comenzó a ser visible en la campaña andaluza del 2-D-18, cuando de manera “súbita”, VOX, que ni estaba ni se le esperaba, decide sobre la campana participar tras su sorprendente “éxito” de Vistalegre -cual un Podemos de derechas que debutó ahí en su “salto a la fama” político-, en otra muestra de que “los extremos se tocan”. Desde que por esas “casualidades” causales que tiene la política, VOX resurgió del precipicio por el que caía por méritos propios -46.000 votos “acumuló”, en toda España en las elecciones generales del 26J de 2016-, he venido dejando constancia de que los verdes llegaban para complicar el panorama político, puesto que el principal sentimiento de su líder Santiago Abascal, aparte del de seguir viviendo de la política, no es sino el deseo de venganza que guía la desleal mente de un personaje sin escrúpulos, que vuelve a demostrarlos jugando con los sentimientos de muchos buenos españoles descontentos y cabreados con el PP, que VOX y algunos medios han seguido alimentando, haciendo el juego al PSOE y bueno el eslogan que en su día dijimos, “votar VOX es votar a Sánchez”, como los hechos demostraron.
Al otro extremo de VOX en ese triunvirato artificial está Ciudadanos, escisión del PSC huyendo del nacionalismo al que se dirigía Pascual Maragall -su hermano Ernesto está hoy en ERC, por si hay dudas- y hoy en esa tendencia con el “bailongo” Miguel Iceta a la cabeza que afirmó: “Quedan diez años para la independencia” ¿le traicionó el subconsciente?, no creo, sino que anunciaba el plazo para que la inmersión y el adoctrinamiento completen la tarea. Llegaron “para ocupar el espacio socialdemócrata”, decía su página web hasta que la ambición de su “ídolo caído”, Albert Rivera, les hizo creer que estaban llamados a ser guías mesiánicos de lo que no fuera izquierda extrema. Cambiado a “socialdemócratas liberales y progresistas” -curiosa mezcla- modificaron su anterior “ideología”, hasta que después del efímero sueño del 28-A y de haber perdido su oportunidad al no aceptar formar gobierno con Falconeti, la cruda realidad de perder 47 de los 57 escaños conseguidos en seis meses, dejó al partido bajo mínimos y obligó a dimitir a Rivera, en un gesto que le honra.
Los dos partidos, verdes y naranjas, demostraron que la ambición de sus líderes -más el citado deseo de venganza del primero- estaba muy por encima de su escaso sentido de Estado, al rechazar lo que era evidente y se comprobó en las elecciones del 28-A, ir separados significaba perder los tres y más aún con el sistema de reparto de nuestra Ley Electoral. No contentos con ello, volvieron a rechazar de nuevo el España Suma de Pablo Casado -lo ofreció antes para algunas circunscripciones-, y a uno le sirvió para su autosatisfacción personal y acercar su verdadero objetivo y a otro lo llevó a su casa.
Dejo para el final al tercer componente de esas “tres derechas”, la del equilibrio a mi juicio, el Partido Popular que, tras el descalabro pagado por su nuevo Presidente por los desperfectos de su antecesor y aprovechado como he dicho por su supuesto rival y peligroso enemigo, solo o en compañía de otros -las televisiones del verdadero enemigo (de nuevo funcionó el “Redondo” cerebro) se pusieron a su servicio para perjudicar la única alternativa posible-, se tuvo que conformar con una insuficiente mejora de 23 diputados y se perdieron más de seiscientos mil votos pese a que la suma de los tres fue superior a la de izquierdas y nacionalismos. Un PP que, tras sus primarias, que ganó Casado, empezó bien y muchos vimos un horizonte de cambio y, por tanto, de esperanza, pero no completó la limpieza que a mi juicio debía haber hecho en los primeros meses y sigue sembrando dudas aunque algunos de sus líderes provinciales vayan, lentamente, desapareciendo. Mi consejo a Casado es que aprenda a andar solo, sacando lo mejor de los aciertos y errores de sus antecesores, pero solo. Lo vimos hace unos días en la Universidad Francisco de Vitoria con José Mª Aznar y creo que no le ayuda mucho pese a los nostálgicos del refundador del PP. Dijo Aznar que “había que haber entregado una sola fuerza de centroderecha” sin “acordarse”, parece, de que fue él quien invitó a Rivera a clausurar el curso del Instituto Atlántico como “líder liberal”, en una clara zancadilla a su producto digital Rajoy o que desde FAES hacían guiños a VOX ¿“ayudó” usted así a que hubiera “una sola fuerza de centroderecha” don José Mª? Apostilló con un último mensaje “floral”: “Pablo es más listo que yo pero ha recibido un mundo fragmentado y eso es muy complicado”, lo que quedó muy bien, pero me remito a lo anterior y dejó un consejo: “Pablo tiene que confrontar con el gobierno como si VOX no existiera y con VOX como si el gobierno no existiera”. Casado continuó en esa línea afirmando que “Mi principal función es unir el centro derecha” y recordando a Franklint D. Roosevelt: “Para hacer amigos hay que comportarse como un amigo. Yo lo he intentado con Ciudadanos y con VOX en todo momento”.
Termino instando a los dos partidos aspirantes invitándolos a aparcar la estupidez política ya que solos nunca llegarán a nada diferente de lo visto y a que demuestren su hasta ahora ausente sentido de Estado y advierto a Pablo Casado del peligro de pactar con Santiago Abascal, como se demostró cuando lo hizo con Alejo Vidal-Quadras. Ciudadanos bastante tiene con lamerse las heridas y su jefa provisional ya ha hecho guiños de unirse, de momento en “sitios excepcionales y ante circunstancias excepcionales”, en referencia a las también mal llamadas comunidades históricas -algunas con muy poca historia-. Algo es algo. Decía el Papa San Juan Pablo II: “La estupidez es también un don de Dios, pero uno no debe usarla mal”. Pues eso Inés y Santi, ya está bien de estupideces.
Y pido también, a esas docenas de grupúsculos inscritos en el Registro del Ministerio del Interior como partidos que, entre todos, no suman ni quinientos afiliados -que nadie se ofenda, porque no es mi intención y muchos de sus dirigentes saben que los aprecio, pero hay que ver el bosque, no sólo la primera fila de árboles-, que dejen a un lado el presidente del gobierno que, como español, todos llevamos dentro y vean que el enemigo a batir es uno, el frentepopulismo que ha llegado al poder por la miserable humillación, una vez más, del muy despreciable Partido Siempre Opuesto a España. “El que hace un cesto, hace un ciento”, dice nuestro sabio Refranero y ya lo hicieron dos veces, en 1934 y 1936, y “la cabra siempre tira al monte”, utilizando otro conocido refrán, como demostró.
Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión