Las clases privilegiadas de la época de la Revolución Francesa, ante la inminente llegada al poder de las clases no privilegiadas, se lamentaban profundamente de lo que iba a llegar, la destrucción de su «mundo civilizado».
Pero he aquí, ¡sorpresa!, que al llegar al poder, tras una violenta revolución, las cosas poco iban a cambiar, puesto que al tener el poder del Estado, iban a continuar con el sistema establecido, es decir, unos arriba y otros abajo.
200 años más tarde, los hechos se repiten. Cuatro llegan a un Gobierno, el navarro. Son los defensores de las clases más desfavorecidas, dicen. Pero, va y resulta, que acuerdan subirse el sueldo, un 25 %, ni más ni menos, y para siempre, con un dinero, que, por ejemplo, hubiera servido para contentar a las madres navarras o para administrar un medicamento a un niño al que se le niega el «pan y la sal».
Un suma y sigue de actitudes que confirman a un gobierno que gobierna para unos pocos y al resto, ¡Qué les zurzan!