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Extremo centro

Allá por 2014, cuando Ciudadanos era un movimiento y no un partido (fuera de Cataluña) hubo gente que lo llamó “extremo centro” ( https://www.elimparcial.es/noticia/130070/opinion/albert-rivera-y-el-extremo-centro.html ). Una “alternativa extremista ante la crisis” que en vez de salir por la derecha o por la izquierda, era “simpática y transveral”, “una alternativa amable, cuando hubiera podido salir una hosca, xenófoba, radical o violenta.” Una alternativa a la que entonces, francamente, muchos no se tomaron en serio.

En 2015 esa alternativa transversal ejerció su papel de bisagra intentando desplazar al PP y finalmente condicionando el gobierno de Rajoy. Luego hizo lo propio en las autonomías, invistiendo gobiernos regionales de distinto signo, pero que asumían sus reivindicaciones. En 2017 esa alternativa simpática ganó las elecciones en Cataluña. Y en 2019 entró por primera vez en un gobierno, cumpliendo la promesa de expulsar a un PSOE enquistado del gobierno de Andalucía.

Ciudadanos es hoy un partido maduro, una organización nacional con programa de gobierno, con propuestas concretas en cada área, y con un mensaje propio y constructivo. A diferencia de los otros extremos, el “extremo centro” es radical en hacer propuestas concretas que se pueden poner en marcha y en torno a las que se puede crear consenso. Los brindis al sol quedan para los que no esperan ponerlos en práctica.

Pero no olvidemos nunca que Ciudadanos es lo que es. Ciudadanos nace como una respuesta radical a la crisis, y sigue siéndolo. Porque la crisis que nos preocupa no es simplemente económica. La que nos preocupa es la que hay debajo, la causa, la raíz del problema.

Nos preocupa un país donde se han creado taifas descoordinadas y privilegios para los políticos, poniéndolos por encima de la ley. Donde se han subastado los derechos de vascos y catalanes (entre otros). Donde se ha permitido a grupos supremacistas limitar los derechos de los que no son o se expresan como ellos.

Nos preocupa un país donde el capitalismo de amiguetes nos ha llevado a perder el control de la banca pública, a premiar los contactos más que la eficacia, y a no proteger a los que denuncian la corrupción y el mal uso del dinero público.

Nos preocupa un país donde importan más los partidos que las ideas, donde se elige a la gente por listas cerradas y no por cualidades o programas, donde unas provincias pesan varias veces lo que otras.

Nos preocupa un país donde los dogmas (de un lado y de otro) se imponen a la libertad individual y a la igualdad. Donde puedes abortar pero no gestar para otros, donde se pueden ofender creencias pero no todas, donde proteger a las mujeres justifica para algunos pasar por alto la presunción de inocencia, y la “voluntad popular” del que más grita intenta pasar por encima de la justicia.

Nos preocupa un país donde la Justicia no tiene medios ni la independencia que necesita para ser y parecer imparcial, porque donde no hay justicia no impera la ley. Nos preocupa que sigamos sin querer abordar en serio los retos que plantea la inmigración, en orden público, sanidad o educación.

Nos preocupa un país donde se garantizan rentas mínimas sin control pero se impide el acceso al mercado laboral con unas fórmulas de contratación diseñadas para proteger los derechos de unos a costa de los derechos de otros, y donde no se tiene claro que la única llave de la prosperidad (y de las pensiones) es fomentar el empleo. Donde nos olvidamos con frecuencia de los que más ayuda necesitan para integrarse en nuestra sociedad.

Nos preocupa un país donde la administración pública está politizada, cuajada de amiguismos, fragmentada, y demasiadas veces funciona con mucha menos eficacia de la que debería. Y no sólo porque esté rodeada de una administración paralela demasiadas veces igual de politizada.

Nos preocupa un país donde se despenalizan la cosas que les da la gana a los alcaldes, desde okupaciones a comercio ilegal pasando por imposición de simbología política, acosos y hasta agresiones.

Nos preocupa un país donde la solución que plantean algunos al problema común es separarse de España, llevándose consigo los problemas que intentan esquivar y creando más por el camino. Porque culpar a “los otros” de lo que te pasa es fácil, pero no produce nada bueno.

En resumen, nos preocupa el buen gobierno y el cumplimiento de la ley. Porque creemos que con un buen marco, haciendo las cosas bien, que una política concreta sea “de derechas” o “de izquierdas” es lo que menos importa: lo que interesa es que funcione y beneficie a todos. Pero sin un buen marco, sin igualdad ante la ley, sin tener los principios claros, ninguna ley es suficiente.

Me divierte cuando escucho a algunos, estos días, que Ciudadanos es “poco radical”. Poco radical es proponer soluciones a medio pensar. Poco radical es no ir a las raíces del problema.

Poco radical es agitar el descontento sin ofrecer más cambio que volver al pasado, y eso vale tanto para los extremistas de izquierda como para los de derecha. El futuro no se construye quejándose ni derogando, sino proponiendo soluciones y evolucionando.

Y evolucionar no es poner tiritas a las cosas. Ciudadanos quiere un cambio del modo en que funcionan nuestra democracia y nuestro país, para que funcionen de verdad. Si tienen dudas, léanse el programa.

Extremo centro. Y a mucha honra.

Miguel Cornejo, (@miguelcornejoSE) es economista y miembro de la junta directiva de Ciudadanos Navarra.

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