Los Presupuestos Generales del Estados (PGE) son la herramienta con la que el Gobierno de una nación gestiona el devenir diario del bienestar de sus ciudadanos.
Según sean los presupuestos, restrictivos o expansionistas, el gasto puede ser menor o mayor. Para evitar una quiebra técnica en la acción gubernamental producida por un exceso de gasto, existen diferentes mecanismos para controlar que ello no suceda. Uno de ellos es el del techo de gasto.
Para este año 2019, aquí en España, el Gobierno y la oposición han valorado un techo de gasto diferente. El Gobierno un 1, 8 % del PIB y la oposición un 1,3%. El veto llevado a cabo en el Senado ha permitido a la oposición salir triunfante en sus propuestas.
Ello no ha sido óbice para que el gobierno del presidente Sánchez haya presentado unos presupuestos donde el gasto aumenta, consecuencia de un cálculo muy optimista de los ingresos al considerar que, al aumentar la carga impositiva, léase impuestos, los ingresos aumentarán.
Cuando los indicadores económicos hablan de una posible recesión, los cálculos optimistas fallan y suelen imponerse los reales. Si ello fuera así, este gobierno estaría incurriendo en una irresponsabilidad manifiesta.
¿Pero importa algo? Al gobierno actual parece que nada, salvo el mantener el sillón. Si para ello tiene que modificar cuentas, si para ello tiene que pactar con el diablo y engañar a todo el mundo, bienvenido sea.