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El gobierno del órdago o el circo de Sánchez

 Pedro Sánchez ya ha prometido el cargo. Los diputados de Podemos ya lo han celebrado como si hubieran ganado la Copa. Monedero ya ha humillado a Soraya. Es un hecho. Rajoy ha pasado el fin de semana adaptándose a no ser presidente y Sánchez tomando el pulso a ministrables.

El hombre que no pactaría con populismos “ni antes, ni durante, ni después”. El hombre que no sabe cuántas naciones hay en España. El que dirige un partido investigado por uno de los mayores casos de corrupción de Europa, que implican a varios de sus expresidentes. Ese hombre es, hoy, el jefe de pista del circo en el que se ha convertido la política española.

Hay que ser justos y reconocer su visión de la oportunidad y la valentía de aprovecharla. Porque Sánchez, como todos, veía claro que si había elecciones se acababa su posibilidad de ser presidente. Si las encuestas son medio fiables, los españoles quieren un gobierno liderado por Ciudadanos. El segundo fallo de la Gurtel (y quedan muchos) y la decisión de Ciudadanos de romper la baraja crearon pánico en el hemiciclo. Sánchez vió un hueco, mínimo, para llegar a la Moncloa. Y lo ha aprovechado.

Ahora tiene dos años en los que intentar gobernar. Tiene enfrente a un PP al que no puede pedir (con éxito) más responsabilidad que la que él se negó a tener, con sus “no es no”. Y el PP tiene mayoría en el Senado. Cabe la posibilidad (cosas más raras se han visto esta semana) de que encuentre terreno común con la macedonia y hasta con Ciudadanos, que se ha quedado solo defendiendo lo mismo que defendía la semana pasada. Pero no confundamos la masa con horcas y antorchas que acudió a quemar el castillo del vampiro Rajoy con una coalición.

El señor Sánchez está apostando a que es capaz de mantener el interés de su macedonia de aliados accidentales, pero no son una coalición. Lo único que les une es el miedo: un miedo compartido a un adelanto electoral, que dé como resultado un gobierno fuerte y reformista que barra los cimientos del bipartidismo y quite la batuta a los nacionalistas. Ese es el miedo del PP que ha impedido dimitir a Rajoy. Es el miedo del PSOE. Ese es el gran miedo del PNV, pero también (más, si cabe) de los separatistas catalanes. Es lo único que les puede llevar a dar a Sánchez el oxígeno necesario para que aguante dos años. Porque como ya dijo Bildu, esos partidos no tienen interés en gobernar España sino en romper las instituciones “del 78”.

Sánchez no ha llegado al gobierno ofreciendo un programa sino a base de órdago (“o yo o Ciudadanos”). No va a tener otro modo de cerrar unos presupuestos. Si eso es suficiente base para un programa de gobierno, va a ser un programa curioso.

 

Me cuesta creer que las leyes de reforma que se negaron a debatir en serio con Podemos y Ciudadanos durante estos dos años ahora tengan vía libre. Y para todo lo demás (legislación social o reforma territorial) no tiene nada parecido a mayoría suficiente. El PNV y JxCat votan por un lado, Bildu, Podemos y Esquerra votan por otro. Hasta es posible que no pueda aprobar los presupuestos que ahora quiere pasar, y en su día se negó a aprobar.

El 155 se puede dar por cerrado ahora que Torra ha formado gobierno, y la prórroga que se había pactado probablemente se quede en el aire. El PP domina el Senado pero los nacionalistas dominan a Sánchez.

Así que podemos esperar dos años de medidas de cara a la galería y de avance de los nacionalismos, con poca o ninguna legislación aprobada, y muchos efectos especiales, sobre todo acusaciones cruzadas de hacer imposibles las cosas que hay que hacer. Podemos esperar que se reabra el debate estatutario. Podemos esperar que cambien TVE (pero no que la hagan independiente).

En resumen, no tiene mayoría para legislar solo, no tiene mayoría para hacer una política de izquierdas, no tiene mayoría para hacer una política reformista, no tiene mayoría para gestionar bien el 155, no tiene mayoría ni para aprobar el presupuesto de Rajoy si Rajoy no quiere.

El papel del PP, apaleado y encerrado en la perrera, es difícil de predecir. Bajo Rajoy no han mostrado mucha altura de miras (basta ver el incumplimiento de los acuerdos de investidura). Es probable que su oposición no sea más constructiva que la de Sánchez. Y cuando empiecen a llegar los veredictos de los ERE, va a estallar la cacería.

Si Sánchez consigue llegar tan lejos, las municipales y autonómicas de 2019 servirán de termómetro y pueden hacerle pagar el precio por cualquier acuerdo con los nacionalistas. Ha convertido el PSOE en una autocracia, pero la pérdida probable de votos fuera de País Vasco, Valencia y Cataluña puede hacer reaccionar al partido.

Hay quien opina lo contrario, y es cierto que es una gran oportunidad para volver al tablero de hace dos años. Pero ya conocemos mejor a los jugadores y sabemos lo que tienen en las cartas. Por muy buen jefe de pista que Sánchez se crea, en su circo hoy no manda él sino los payasos.

Todo puede cambiar.

 

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista consultor.

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