Cuando salieron las primeras informaciones sobre la falsificación de dos notas en el máster de Cristina Cifuentes, confieso que el asunto me pareció inverosímil. Y me lo pareció por su extraordinaria innecesariedad: ¿qué motivos podría tener una persona como Cifuentes, que no tiene un pelo de tonta, para jugarse su carrera política falsificando dos notas en un máster de poca monta y que no necesitaba para nada? Su carrera política no necesitaba lanzarse, puesto que ya era delegada del Gobierno en Madrid. Ese máster no constituía ningún prerrequisito para dar posteriores pasos. Y, sobre todo, ¿para qué iba a falsificar dos notas en un máster que parece pensado para aspirantes a políticos y donde, seguramente, aprobar debía de ser una cuestión de mero trámite?
Pero al final ha resultado, por lo que hasta ahora sabemos, que no es que se falsificaran dos notas, sino que todo el máster era una mera filfa en sí mismo, en el que no se necesitaba asistir a ninguna clase, ni matricularse a tiempo, ni realizar ningún examen, ni entregar ningún trabajo de fin de curso. O sea, que lo de las dos notas famosas era, en efecto, un error de transcripción: hubieran debido ponerse en su momento, porque no significaban nada, como el resto del máster.
Lo cual no hace sino aumentar la perplejidad: ¿qué necesidad tenía Cristina Cifuentes de hacer un máster de chichinabo para rellenar currículum? ¿Qué necesidad tenía de ir dos años después de acabado el máster a sacarse un papelito con el título? Y sobre todo: ¿qué necesidad tenían Cristina Cifuentes y la Universidad de enredarse en una bola de mentiras cada vez más abultada?
Si desde el principio hubiera salido la Sra. Cifuentes a decir que aquel máster era un poco de medio pelo y que ella lo hizo de forma prácticamente telemática, y que todo era un mero trámite, y que no tenía ni idea de cómo habían evaluado sus asignaturas y trabajos…no hubieran quedado muy bien ni la Universidad ni ella, pero al menos no habría alcanzado el escándalo las proporciones desmesuradas que ha terminado adquiriendo.
En lugar de ello, la Sra. Cifuentes se parapetó en la exhibición de unos documentos que, a la postre, han resultado ser una invención, con lo que la modificación presuntamente fraudulenta de dos notas ha terminado transformándose en la falsificación confesa de un acta de examen. ¿Se pueden gestionar peor las cosas?
Tienen razón los que dicen que lo del máster es un asunto menor, comparado con los golpes de estado o las corrupciones al por mayor. Pero el caso es que el panorama mediático es el que es…en buena parte gracias al PP. Y los mismos medios a los que el PP ha favorecido y los mismos periodistas a los que la propia Sra. Cifuentes alababa han mordido a la presa y no van a soltarla hasta que esté abatida. De hecho, probablemente está ya abatida.
De ahí mi profundísima perplejidad: ¿para qué narices necesitaba doña Cristina Cifuentes suicidarse políticamente de una manera tan tonta?
Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital
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