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Las 13 obras que Zurbarán pintó y que el dinero separó vuelven a exhibirse juntas

En 1756, el obispo de Durham cayó rendido ante la serie «Jacob y sus 12 hijos» del pintor Francisco de Zurbarán, y pujó con entusiasmo para hacerse con las 13 obras, pero se quedó sin dinero y le quedó una por comprar, que acabó en manos de una familia noble británica que nunca quiso desprenderse de él.

Ahora, por segunda vez en la historia (la primera fue en 1995, cuando se exhibieron en el Museo del Prado de Madrid y en la National Gallery de Londres), las trece piezas han vuelto a reunirse en Estados Unidos y, tras su paso por el Museo Meadows de Dallas, la serie ha recalado en la Frick Collection de Nueva York.

Se trata de trece lienzos de tamaño natural que retratan a Jacob, uno de los patriarcas de la Biblia. Hijo de Isaac y nieto de Abraham, ya que, según los Antiguos Testamentos tuvo doce hijos, fundadores de las doce tribus de Israel.

Dos de estas tribus se quedaron en Tierra Santa, mientras las otras diez fueron hechas prisioneras y llevadas a Mesopotamia, y mientras algunos teólogos creen que se integraron con otros pueblos y perdieron su identidad, otros expertos defienden que la mantuvieron, refugiados en lugares recónditos.

Zurbarán pintó, junto a sus discípulos, a Jacob y sus doce hijos en Sevilla entre 1640 y 1644, pero nunca se supo quién fue el cliente original, y solo se sabe que, a principios del siglo XVIII, las obras habían pasado a manos de una familia judía de origen portugués, que las acabó subastando en Londres.

Uno de los comisarios de la exposición, Mark Roglan, explicó a Efe que los expertos sospechan que la serie pudo ser un encargo de una familia de indianos, que creía que las tribus israelitas dispersadas llegaron a América, tal como aseguran algunos teólogos.

Esta hipótesis también está apoyada por el contexto económico, ya que en la época en la que fue pintada la serie, Sevilla atravesaba una difícil situación económica, motivo que empujó a Zurbarán a vender sus cuadros en las colonias españolas.

«Zurbarán era el pintor más importante en Sevilla entre 1630 y 1640, y tuvo muchas comisiones por parte de la iglesia y la corona, y también encargos en ultramar», detalló Roglan.

«En aquel entonces, Sevilla era el puerto con las Américas, por lo que él estaba en el sitio idóneo y en el momento idóneo, ya que Sevilla era la quinta ciudad más importante de Europa», indicó el comisario.

En cada uno de los trece retratos, Zurbarán se inspira en las anotaciones que aparecen en «La bendición de Jacob» y, por eso, acompaña a Judá de un león, a Neftalí de una pala, o a Aser de una cesta de panes.

Los retratos usan grabados inspirados en la obra de otros artistas, como Schongauer, a modo de homenaje, pero también para asegurarse el visto bueno de la Inquisición, ya que se trataba de iconografía que ya había sido aprobada por la iglesia.

Jacob tuvo hijos de cuatro madre diferentes, dos esposas y dos sirvientas, y el más pequeño de todos fue Benjamín, el retrato del cual permanece en una colección diferente a la de sus hermanos.

Aunque los barones de Eresby nunca han aceptado las ofertas para vender a Benjamín, sí que permitieron que se hiciera una copia para que acompañara a sus hermanos en el castillo de Auckland y que realizó el pintor británico Arthur Pond.

Cuando la exposición cierre sus puertas en abril, Jacob y once de sus hijos volverán al castillo del obispo de Durham, abierto al público, mientras Benjamín regresará a la soledad del palacete de la baronesa de Eresby, donde solo los más allegados podrán disfrutar de él.

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