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Personajes famosos y personajillos populares frente al tiempo

Hace pocos días muchos hablábamos de un vídeo que llegó a hacerse “viral” en las redes sociales con la reacción de Guadalupe, una dicharachera señora andaluza,   abuela de una joven internauta llamada Paula Díaz, quien ha resultado una “holligan” seguidora de la serie Juego de Tronos, y, ante el final de la séptima temporada, manifestaba su enojo y preocupación por la posibilidad de morirse antes de 2019 y ver en qué continúa, e, incluso, llegaba a plantear una eventual demanda contra los directores, guionistas y productores por hacerle quedarse con la intriga dos años. Lo mismo ha ocurrido con el perrito de Megan Camarena, al que ésta ha comprado un miniordenador portátil para que trabaje junto a ella.

Igualmente una serie sobre la vida y los escándalos de un delincuente colombiano tonadillera lleva años copando la atención de un buen porcentaje de tele espectadores y no creo que haya muchos españoles que consigamos irnos un día a la cama sin haber oído el Despacito de Luis Fonsi, algún chisme sobre los amoríos o problemas con el fisco de los futbolistas de turno, los devaneos amorosos de artistas de la pequeña o gran pantalla, el twitter del político más bocazas del momento, la última ocurrencia de uno de esos tertulianos de las televisiones que hablan de todo sin saber, en realidad de nada, o vaya usted a saber qué insustancial pejiguera de cola de supermercado.

Ahora están de moda la limpieza en el fichaje de Santos Junior Neymar Da Silva, el nuevo look de Paula Echeverría, el embarazo de Silvia Abascal, la extorsión a Miguel Bosé por las fotos de sus hijos en Disneyland Anaheim de Los Ángeles, el hombro para llorar que ofrece Kiko Ribera a Anabel Pantoja… Hace unos años se hablaba del quinteto integrado por fueron Victoria Beckham, Melanie B, Emma Bunton, Melanie C y Geri Halliwell, conocido como las Spice Girls, o la línea de calzoncillos de Cristiano Ronaldo.

Unos pocos años antes se hablaba sobre la mochila de Pocholo o sobre las góticas hijas de un expresidente del Gobierno; antes del último chiste de Fernando Morán, hoy sustituidos por chistes de Lepe. Personajes o, más bien, personajillos que, por uno u otro motivo han estado en boca de la gente gozando, para bien o para mal, de un tiempo más o menos efímero de popularidad, o aceptación y aplauso que uno tiene en el pueblo, y que hoy yacen en el Baúl de los recuerdos de Karina.

Ya hacia 1460, Jorge Manrique se hacía eco de cotilleos cortesanos “¿Qué se hizo el rey don Juan? / Los Infantes de Aragón, / ¿qué se hicieron?/ ¿Qué fue de tanto galán? / ¿Qué fue de tanta invención / como trujeron? / Las justas y los torneos, / paramentos, bordaduras, / y cimeras, / ¿fueron sino devaneos? / ¿qué fueron sino verduras / de las eras?”. Ahora, con internet y las redes sociales, las cosas, importantes o banales, vuelan más rápido y se difunden más. Pero lo que no cambia es que, en definitiva, la gente tiene que entretenerse en algo, sobre todo cuando no tiene, porque no quiere o porque no puede, nada serio que hacer, y las cosas y la naturaleza humana no cambian tanto: como afirma el Eclesiastés: “no hay nada nuevo bajo el sol”.

Frente a este tipo de gente, los Jesuses Mariñas de hoy o los Padre Apeles de ayer, podemos encontrar otras figuras que son y serán de siempre, como el holandés Vincent Willem van Gogh, el austriaco Wolfgang Amadeus Mozart, o el español Mariano José de Larra, casi despreciados en su día y prácticamente muertos en la indigencia, hasta el punto de que el segundo de ellos no tuvo literalmente ni donde caerse muerto; pero siglos después de su muerte todos reconocen su talento; son estudiados en colegios y universidades; y su obra es codiciada por museos coleccionistas y comúnmente reproducida o imitada.

Éstos sí son personajes famosos, es decir, que gozan de fama y renombre de acepción común, tomándose tanto en buena como en mala parte. Porque, en efecto, no es igual la fama de Stalin que la de Teresa de Calcuta; la de Abu Hamid Al-Ghazali que la de Tomás de Aquino; la de Ignacio Ellacuría que la de Joseph Ratzinger; ni la de Herodes Antipas o Alfred Rosenberg  que la de Marco Aurelio o Konrad Adenauer; Mariano Rajoy nunca será Manuel Fraga ni, ahora que acabamos de sufrir el esperpento mediático de la “Diada”, Miquel Iceta un Ernest Lluch, como Xabier García Albiol no será un Josep Piqué, ni Carles Puigdemont será nunca un Rafael Casanova i Comes, ni tan siquiera un Josep Tarradellas Joan.

Así, hoy, cuando en un entierro de no se sabe bien quién, se ve a todos los famosillos o populares del momento, los mismos que nos infestan con los “reality show” y copan las pantallas de muchas cadenas o las portadas de no pocas revistas, uno no puede menos que traer a la memoria la frase a tribuida al dejemos que el tiempo juzgue si popular o famoso Woody Allen sobre que una celebridad es alguien que ha pasado su vida tratando de llegar a famoso y, cuando lo logra usa gafas negras para que nadie lo reconozca. Puede que ésos sean los personajes populares.

Por el contrario de los personajes famosos nos dejó una definición nuestro clásico Jorge Manrique en la trigésimo quinta estrofa de las Coplas a la muerte del Maestre don Rodrigo: «Non se vos haga tan amarga / la batalla temerosa / qu’esperáis, / pues otra vida más larga / de la fama glorïosa / acá dexáis”.

Hoy parece que se confunden popularidad y fama y, frente al incógnito científico que día a día lucha contra el cáncer o el síndrome de Down entre los ratoncitos y las lentes de los laboratorios, el artista que desarrolla su creatividad en un humilde anonimato o investigador que desentraña los arcanos del pasado entre el polvo de las excavaciones o de los archivos y bibliotecas, y del que de vez en cuando, generalmente con motivo de algún premio de diversa reputación se escucha hablar por unos días, pero puede ser quien mejore la vida de nuestros nietos; en la época en que vivimos y no sólo en España, de crisis absoluta de valores, la fama es un concepto de marketing más que de justicia y nos abruma por doquiera todo un enjambre de famosos sin oficio ni beneficio (o a veces con demasiados beneficios) y, lo que es peor, toda una serie de famosos heredados, es decir, aquéllos que viven de la fama de sus familiares: Carmen Borrego o Kike Calleja gracias a María Teresa Campos; los líos por la supuesta paternidad de Diego Matamoros…

Es como si en nuestros días, cuando gracias a las redes sociales y medios de comunicación, debiera de ser a la inversa, la fama sólo se dignara tocar de pascuas a ramos, a un sabio, a un empresario no especulador, a un político honrado –que no honesto- a un clérigo digno de su ministerio y no a un pederasta o a cualquier persona, que, a pesar de las apariencias, es la mayoría de la humanidad, honrada, buena, digna, trabajadora y decente.

Ante tanta banalidad e inconstancia del actual famoseo, no podemos sino pensar que nuestra actual sociedad atraviesa malos tiempos; y debemos consolarnos y esperanzarnos, como  Cicerón y San Agustín, pensando que, en definitiva: “El tiempo es una cierta parte de la eternidad”; y que “las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago,  investigador, historiador y articulista

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