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La gran obra de Menéndez Pelayo

La gran obra de Menéndez Pelayo

Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-Madrid, 1912) temía que a su muerte se dispersara o saliera de España la gran obra de su vida, una biblioteca personal de 42.500 títulos que empezó a reunir a los 12 años. «Qué lástima morirse, cuando queda tanto por leer», dicen que fueron sus últimas palabras.

El intelectual cántabro la legó a Santander, la ciudad que le ayudó a «abrir horizontes» con algo así como una beca Erasmus del siglo XIX que le llevó a recorrer las mejores bibliotecas de Europa, bajo la condición de que todo el mundo tuviera acceso a los libros.

Quería impedir que acabase como la del marqués de Jerez de los Caballeros, que fue vendida al fundador de la Sociedad Hispánica de América, o la de Cánovas, repartida entre sus muchos herederos, explica a Efe Rosa Fernández Lera, que lleva cuatro décadas al frente de la Biblioteca Menéndez Pelayo.

Entre los libros que atesoró el autor de la «Historia de los heterodoxos españoles» hay códices medievales, incunables, manuscritos de Lope de Vega y de Quevedo, una «Retórica» de Aristóteles publicada en el siglo XVI y anotada a mano por el autor de «El Buscón» y varias primeras ediciones del «Quijote».

Son obras de gran valor pero, según Fernández Lera, lo que le interesaba a este historiador de las ideas era el libro «como instrumento útil para transmitir conocimiento».

«Empieza su biblioteca desde el primer volumen a los 12 años y muere a los 55, que es un periodo cortísimo. Todos los libros están tratados, conocidos, muchos de ellos anotados. Y estamos hablando de 42.500 títulos y 45.000 volúmenes», subraya.

Cree que Menéndez Pelayo fue «como lo que hoy es internet», porque «colocó en el siglo XIX una serie de conocimientos que se habían ido perdiendo a lo largo del tiempo». «Es una biblioteca muy completa y muy valiosa porque aporta una visión muy de conjunto de todo lo que ha sido la historia, la crítica literaria y el pensamiento español hasta 1912», resume.

Menéndez Pelayo, autor también de «Historia de las ideas estéticas de España», ha sido ensalzado por unos y despreciado por otros. El franquismo se apropió de su figura pero también la Institución Libre de Enseñanza valoró sus aportaciones, puntualiza Fernández Lera, quien considera que ya es tiempo de superar debates ideológicos.

Para ella ha quedado su «gran generosidad intelectual», su disposición a poner al alcance de todos el conocimiento acumulado durante toda una vida.

También rechaza que se le tache de misógino y cuenta que tuvo una novia, una muchacha que le visitaba en la casa familiar de la calle Rubio pero, como estaba ocupado en su despacho, seguramente leyendo, le pedía a su hermano Enrique que la entretuviera mientras acababa con su tarea. Y terminó casándose con otro.

Menéndez Pelayo aprovechó sus viajes por Europa para establecer una red de corresponsales que le ponía sobre la pista de los libros que andaba buscando y su hermano, su primer bibliotecario, siguió recibiendo facturas de algún ejemplar que había comprado pocos días antes de su muerte.

A los 12 años hizo su primer catálogo bibliográfico – que incluía obras de Catulo en latín-, a los 21 ya era catedrático y se dedicó a la enseñanza hasta que fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, desde donde «puso a España en el mundo de la investigación».

Hoy los investigadores siguen trabajando en su biblioteca, que recibe diariamente consultas de universidades de todo el mundo y los visitantes admiran su colección y el edificio que la alberga, obra de Leonardo Rucabado.

El arquitecto montañés partió de la estructura de la biblioteca original, que ya era visitada en vida de su propietario. La levantó la familia cuando ya no cabían las cajas y cajas de libros que seguían llegando, sobre todo de Italia, en la nave que había construido en el jardín.

Los visitantes que se acerquen a conocerla, dentro de un recorrido que también incluye la Casa Museo de Menéndez Pelayo, encontrarán expuestas hasta finales de marzo algunas de las joyas bibliográficas de la colección: uno de los manuscritos de la «Estoria de España» de Alfonso X El Sabio; la «Crónica Troyana», del siglo XIV, junto a su versión en castellano y en gallego o la «Crónica de los 20 Reyes». EFE

Lola Camús.

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