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La reciente historia de Pamplona: desarrollo vs. odio

Todos los que hemos sido testigos de los últimos 25 años de la vida de Pamplona habremos apreciado un notable cambio en su modelo y desarrollo urbano, que ha supuesto una gran mejoría. Se puede decir que, desde 1971, con la construcción de la Avenida del Ejército hasta 2012, con el derribo de la antigua cárcel, la capital de Navarra no ha dejado de mejorar; y nuestra ciudad ha gozado de una verdadera transición, casi una metamorfosis, por la que ha cambiado su carácter de, con palabras de Ángel María Pascual, “capital de tercer orden” hasta la ciudad moderna y funcional, plenamente adaptada a las necesidades del siglo XXI, de que gozamos y nos ufanamos hoy en día.

Este cambio, en mayor o menor grado, en función de su duración en el cargo o de la mejor capacidad de gestión y del buen saber gobernar, amén de la mejor o peor situación económica, es obra de todos nuestros últimos alcaldes: Julián Balduz (1979-1987), José Javier Chourraut (1987–1991), Alfredo Jaime (1991–1995), José Javier Chourraut (1995–1999), Yolanda Barcina (1999–2011) y Enrique Maya (2011–2015).

Los pamploneses, por medio de la gestión de nuestro consistorio, desde Balduz hasta Maya, podríamos, de alguna manera, hacer nuestras las palabras que Suetonio dedica a la Roma de Augusto: “Él supo embellecerla de tal suerte, que con razón pudo alabarse de dejarla de mármol, habiéndola recibido de ladrillo”.

Militara en el Partido Socialista, CDN o UPN, cada uno de los citados alcaldes ha aportado su trabajo y dejado algún proyecto u obra más o menos señera. No es, por ello, descuido que no mencione a Joseba Asirón, nuestro actual alcalde desde junio de 2015. La omisión se debe a que estoy hablando de unas mejoras a las que, hasta la fecha, este historiador del arte no ha aportado nada positivo.

Los Pamploneses tenemos la suerte de vivir en una de las ciudades con mayores y mejores espacios verdes de Pamplona, de lo que dan fe el Parque del Mundo (1991), el de Yamaguchi (1997), el de Los Aromas (2014), junto con ese gran cinturón verde aún en desarrollo que es el Paseo y Parque Fluvial del Arga que, desde 2007 se va extendiendo por todo el recorrido de los ríos Arga, Ulzama y Elorz, constituyendo un nexo de unión entre varios municipios de la Cuenca de Pamplona.

PAMPLONA en 1977En este entorno verde y artístico merece mención especial el denodado esfuerzo que se ha hecho en la mejora y rehabilitación de nuestras seculares murallas, salvando sus desniveles y obstáculos con ascensores o con pasarelas. Otras obras que pueden destacarse en los últimos lustros, porque también han contribuido a enriquecer nuestro entorno y patrimonio artístico son la gran reforma de nuestra Catedral (1992 – 1994), las peatonalizaciones del casco antiguo, de la Avenida de Carlos III el Noble, la recuperación del Camino de Santiago, la remodelación de la Plaza del Castillo (2002 – 2003) e, incluso, aunque no sea una construcción sino todo lo contrario, el derribo de la antigua cárcel en 2012. Así, tanto en los viejos barrios de los tres burgos primigénios, como en los barrios de nueva planta, Iturrama, Mendillorri, Bustinchuri… los pamploneses gozamos de unos pulmones verdes que muchas otras ciudades españolas miran con sana envidia y han sido merecedores de algún premio y de apoyos económicos nacionales y europeos.

Por poner algún ejemplo, unos sin dinero, hicieron cosas importantes, por ejemplo Balduz, con grandes inversiones en infraestructuras que dejaron las arcas municipales con la mayor deuda de la historia del Ayuntamiento. Las infraestructuras que modifico fueron la renovación del alcantarillado, la creación de la depuradora de Aranzadi con lo que saneo el rio Arga de todos sus vertidos. Creando la Mancomunidad de Servicios de la Comarca de Pamplona. Inicio la peatonalización del Casco Antiguo.

Alfredo Jaime, sobresale en saber hacer urbanismo donde es difícil su ejecución como en la Rochapea. Había que ordenar el territorio que estaba lleno de fincas, talleres, fábricas y viviendas desordenas. Compensar lo necesario. Además crear las conexiones y enlaces que uniese el naciente barrio con el resto de ciudad en pleno desarrolla. Por ejemplo puente de Oblatas. Hoy tenemos un hermoso y moderno barrio por un pequeño coste económico.

Yolanda Barcina destaca sobre manera en la transformación de la ciudad, sin coste económico para las arcas municipales. El día de su toma de posesión las cuentas municipales presentaban un saldo negativo. Todavía se estaba pagando lo que quedaba de la gran deuda que dejó Balduz. La alcaldesa, en sus doce años, trasformo la ciudad. Gastó e hizo inversión económica como nunca en la historia municipal. Al término de su mandato las cuentas estaban saneadísimas. Su gestión, no costo nada a los vecinos de Pamplona. Supo tener la habilidad y el saber para obtener ayudas y subvenciones de toda índole. Lo consiguió de estamento público y privados, de Gobierno de España y sobre todo de Fondos Europeo, destacando los obtenidos para las murallas y la reforma de la Catedral. También, bajo la gestión de Barcina Pamplona paso a ser considerada la ciudad más verde de Europa y una ciudad saludable –siendo Ignacio Polo concejal de medio ambiente, los pamploneses llegamos a alcanzar la cifra de 24 metros cuadrados de zona verde por habitante, cuando la O.N.S. (Organización Nacional de Salud) considera que una ciudad es saludable cuando por lo menos dispone de 16 m2 por habitante- y con esta cifra fuimos considerados la ciudad más verde de Europa.

Y en este mismo periodo el Ayuntamiento realizó el Pacto de Movilidad Sostenible y Plan de ciclabilidad para la ciudad de Pamplona con participación ciudadana. Vecinos, sociedades, agrupaciones ciudadanas y grupos políticos municipales.

También en nuestra ciudad, tanto en lo viejo como en las partes nuevas, hemos visto ir recuperándose y alzarse de nueva planta edificios, hoy emblemáticos y que desempeñan las más variadas funciones: el Palacio del Condestable, rehabilitado en 2008, el antiguo palacio de Capitanía General y hoy magnífica sede del Archivo General y Real (2003), la antigua Audiencia reconvertida en 2002 en sede de las Cortes de Navarra, el nuevo edificio del Palacio de Justicia (1999), el  Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra, conocido como Baluarte (2003), el edificio de los bomberos (2009), la Estación de Autobuses (2007), el Aquavox San Agustín (2009).

A todo lo anterior, se pueda añadir la mejora y comodidad que entrañan para acceder ya las nuevas rondas y variantes de la ciudad, ya los numerosos aparcamientos que no es necesario pormenorizar aquí.

A esta labor de lustros de unos alcaldes que, de acuerdo con las ideas de sus partidos y quiero pensar que de acuerdo, igualmente, con su capacidad de gestión y leal y mejor saber y entender, han venido procurando el desarrollo y progreso de Pamplona (labor en la que también ha podido haber errores, porque errar es de humanos, como el muy aireado caso del pabellón multiusos Reyno de Navarra Arena o la ya olvidada desastrosa reforma de la basílica de Nuestra Señora de la O) podemos ahora contraponer la pobre, en el mejor de los casos, obra y gestión del actual consistorio de Joseba Asirón.

Dos años de empobrecimiento y dejación de las zonas verdes; dos años en que la limpieza de la ciudad ha sufrido un notable deterioro. Dos años sin iniciativas ni obras importantes. Ahora, si el Calvario de la sala de plenos, o un escudo, como el del zaguán de la Casa Consistorial, tallado en 1735, no gusta porque evocan cosas como los sentimientos religiosos y la historia de España, se retira, igual que el pasado 23 de febrero, se retiraba del pasillo del ayuntamiento el retrato de Juan Carlos I. Sólo en este sentido –el odio a lo que suene a español- porque no es de pensar que sean objetos de la Ley de Memoria Histórica ni de la Ley Foral de Símbolos, se puede comprender la retirada de la galería de retratos de Fernando el Católico y de los monarcas de las casas de Austria y de Borbón, que decoraban los dos ramales de la escalera de honor, y los de otros dos Borbones del siglo XVIII que ha hecho retirar también nuestro egregio y vesánico primer edil, doctor en historia del Arte sedicente y mendaz, con su peculiar y desnortado criterio.

Un ayuntamiento dirigido por los amigos de los terroristas, apoyados por los que llaman catetos al resto de españoles y los del cóctel molotov como argumento político, en definitiva: por los herederos de los matacuras de los años 30, sólo puede obrar desde el odio y el rencor, eficaces para destruir pero no para construir.

Por eso, cuando ahora no sabe qué hacer con un edificio como el de la antigua Estación de Autobuses (1934), se deja que lo arruinen los “ocupas”. Si una iglesia no gusta, aunque sea de arquitectos cuya obra esté protegida y catalogada como bien de interés o tenga el mérito de estar rematada por la mayor cúpula de España, se emula a los talibanes y se habla de dinamita, pues, citando el refranero, “de tal palo tal astilla”, “de casta le viene al galgo”…

Quizá yo no pueda comprender, porque mis cortas luces de pequeño burgués no me alcancen, la genialidad de este Ayuntamiento antisistema y revolucionario, que, más por manipulación de la aritmética que por voluntad de las urnas, tiene hoy las riendas y gestión de nuestro municipio. Considero más prudente callar y que hable la Historia. Pero a la noche le sigue el sol; tras la tormenta luce el arcoíris; y confío en que, más pronto que tarde, mis conciudadanos se den cuenta de que, como escribió Pio Baroja, escritor donostiarra vinculado con Navarra y Pamplona, en Las veleidades de la Fortuna: “La revolución es una época para histriones. Todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor, todos los pedantes alcanzan un pedestal”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago, investigador, historiador y articulista

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