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Un Borges inédito confiesa su pasión por el tango

Para Jorge Luis Borges «estudiar el tango» era una manera de conocer las «diversas vicisitudes del alma», una reflexión esta que hizo pública en una de las cuatros conferencias que dio en Buenos Aires en 1965 sobre este género. Palabras inéditas que salen a la luz por primera vez en el libro «El Tango».

Fue un inmigrante gallego el que se encargó de grabar estas charlas en unas casetes que, en 2002, llegaron a manos del escritor Bernardo Atxaga, quien después de digitalizarlas y comprobar su autenticidad gracias a Edwin Williamson, autor de «Borges: Una vida» (2007), comprobó la relevancia de este material.

Fue en 2013 cuando la viuda de Borges, María Kodama, presentó las transcripciones en Madrid y tres años más tarde la editorial Lumen ha sido la encargada de publicarlas en este libro cargado de pasiones.

En la primera de estas «charlas» Borges analiza los orígenes del tango, y lo hace a través de sus propias vivencias, las de su madre y las de otros amigos para afirmar que el tango nació en Buenos Aires en 1880: «Una ciudad de casa bajas, sin árboles, con patios… un Buenos Aires donde todo el mundo se conocía, todos eran parientes, o parientes de sus parientes».

Con este escenario, el tango según Borges no puede ser «triste» ni «arrabalero», sino que al surgir de la milonga al principio empieza «valeroso» y «feliz» para terminar siendo triste.

«Se ha repetido que el tango es arrabalero, que surge en el suburbio. Y el suburbio, desde luego, estaba entonces muy cerca del Centro (Buenos Aires). Pero los diálogos que yo he mantenido con gente de la época me han llevado, me han indicado todos que la palabra arrabalero ahí no tiene un sentido topográfico», continua analizando.

Por eso, para Borges, este género musical salió de las «casas malas» de la calle de Temple, Viamonte o Paseo de Julio, o lo que después se llamó «el barrio tenebroso», es decir Junín o Lavalle.

Teoría que refuerza recordando a su amigo, Evaristo Carriego, muy presente en este libro y de cuya persona publicó un ensayo en 1930.

Pasan las páginas, y como si fuera la partitura de un bandoneón, entre estrofas de Ascubí o Estanislao del Campo y otras sacadas del libro «El gaucho Martín Fierro» de José Hernández, llega también, «como ustedes esperaban oír» según indica a sus oyentes, el nombre de Carlos Gardel: «Porque Carlos Gardel, además de su voz, además de su oído, hizo algo con el tango…».

Y lo que hizo fue, como puntualiza en su tercera charla, «transformarlo» casi llegando a la «perfección». «Esta transformación -prosigue- fue, según me dijo Adolfo Bioy Casares, la razón por la cual su padre, acostumbrado al modo criollo de cantar, no aprobaba a Gardel».

Lo cambió hasta tal punto que para Borges, como relata a su auditorio, Gardel tomó la letra del tango y la convirtió en una «breve escena dramática».

Finaliza el escritor su ciclo de conferencias hablando de cómo el tango ha influido en la literatura así como desenmascarando al «compadre», «la mujer de mala vida» y los «niños bien», personajes todos asiduos a las letras tangueras.

Para sorpresa del poeta su última charla finaliza con la presencia de un recitador que, como indica un agradecido Borges, hará lo que ha hecho él durante cuatro tardes, a las 19:00 horas en la calle General Hornos, 82, ensalzar «cronológicamente» las «diversas vicisitudes emocionales» del tango.

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