Constantemente se escuchan estos días, en tertulias radiofónicas o televisivas, en Internet, en redes sociales, en bares, en calles y plazas, opiniones diversas sobre el hipotético gobierno de este país.
Y de vez en cuando también, sino todos los días, un ministro -hoy el de exteriores-, un diputado o un senador, un alto cargo de gobierno o de partido, «pontifican» sobre el futuro gobierno. Gobierno, por cierto, del que se cree que en cuanto sea investido, va a solucionar los problemas de los españoles.
¿Qué gobierno va a tener la responsabilidad de gobernar? Posiblemente uno débil, donde «cada dos por tres» sus propuestas sean rechazadas por el resto.
¿Esto es lo que se merece España? ¿Un gobierno pensado solo para mantenerse en el poder? Sinceramente no.
Qué pocos políticos piensan en ello.
¿Se conoce alguna propuesta? Hasta la fecha ninguna.
La política se ha transformado en un ente incapaz de solucionar los problemas, se ha convertido en el «pesebre» de muchos y en el objeto de sus desvelos. No vaya a ser que lo pierdan. Sino no se entienden tamañas actitudes.