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El peruano Roca Rey arrolla en unas Fallas con bajo nivel de toros y toreros

El joven diestro peruano Andrés Roca Rey ha sido, con clara diferencia, el máximo triunfador de la feria taurina de Fallas que finalizó ayer domingo en Valencia, un ciclo marcado por el bajo nivel ganadero y, a pesar de algunos triunfos, por una mayoría de faenas de escasa entidad.

La actuación del torero de Lima, que salió a hombros tras cortar tres orejas en el mano a mano que le enfrentó a Alejandro Talavante, fue la de mayor impacto del abono, pues Roca confirmó su gran proyección al desplegar un valor fresco e imaginativo ante un lote de mansos.

En una feria publicitada a priori como la de «la renovación», en cuanto a la presencia mayoritaria en los carteles de toreros llamados a tomar el relevo de las figuras, sí que algunos de ellos confirmaron la expectación con éxitos tangibles, pero no todos con la misma fuerza.

Sí que fueron importantes las actuaciones del extremeño José Garrido, que desorejó a uno de los descastados toros de Fuente Ymbro, y del salmantino Juan del Álamo, también con dos trofeos en la corrida de Zalduendo, con las que ambos consiguieron atravesar a hombros el umbral hacia la calle de Xátiva.

También lo hizo el madrileño López Simón, pero en este caso con otras dos orejas que supieron a poco a tenor de las facilidades que le ofreció su lote de Garcigrandes, ante los que sembró algunas dudas entre el buen ambiente con que llegaba a esta primera gran cita de la temporada española.

Ese mismo día, en el segundo de los esperados mano a mano de la feria, salió asimismo en triunfo Julián López, el Juli, que fue una de las pocas figuras consagradas que hizo valer su autoridad y su experiencia ante la llegada de la nueva generación, lo mismo que Talavante, con una solitaria oreja en su balance pero con uno de los toreos más puros que se vieron en la feria.

El otro de los triunfadores numéricos fue Cayetano Rivera, que desorejó a uno de los escasos toros con opciones que salieron por chiqueros, en concreto un ejemplar de Juan Pedro Domecq que facilitó con su movilidad y sus repetidas embestidas el éxito del torero dinástico.

Y es que, en una feria de un bajísimo nivel ganadero, se pueden casi contar con los dedos de una mano los toros realmente bravos y encastados entre una abrumadora mayoría de animales descastados y de escasas fuerzas, quién sabe si acusando aún la dureza del clima de las últimas semanas en el campo.

Un par de astados de Adolfo Martín, a los que cortaron sendas orejas Rafaelillo y Paco Ureña, otro de Zalduendo con gran clase, que desaprovechó Iván Fandiño, además del ya citado de Domecq, se salvaron de la quema junto a cuatro de la única corrida a la altura de los acontecimientos, la salmantina de Garcigrande.

Ante tal panorama, hubo algún que otro éxito menor, como el de los valencianos Enrique Ponce y Román, que tiraron de oficio y determinación, respectivamente, para salir a flote ante el deslucidísimo juego de las corridas de Núñez del Cuvillo y el Capea.

Pero, por lo demás, por Valencia pasaron desapercibidos, o con discretos fracasos, Juan José Padilla, Jiménez Fortes, el Soro, Jesús Duque, Sebastián Castella, David Mora, José María Manzanares y el Fandi, mientras que el mexicano Joselito Adame se llevó la peor parte con una cornada extensa en el muslo izquierdo, igual que también resultó herido de menor gravedad el banderillero Santi Acevedo.

En el apartado de las novilladas, salió también a hombros el francés Andy Younes, que apuntó buenas maneras, aunque quien dejó más huella en Valencia, por mucho que fallara con la espada, fue el ya esperado extremeño Ginés Marín, también con utreros de escasa raza.

Por su parte, el triunfador en la corrida de rejones fue el alicantino Andy Cartagena, con otra puerta grande que Diego Ventura perdió por no matar a la primera.

Con un balance de 28 orejas cortadas, la mayoría concedidas muy generosamente, y ocho salidas a hombros finalizó una feria de Fallas que tuvo una más que aceptable asistencia de público, con más del ochenta por ciento del aforo ocupado en seis de los once festejos, a pesar de que el frío y el viento que reinaron de principio a fin no llamaban precisamente a sentarse en los tendidos del coso de Monleón. EFE

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