
El callejero de nuestras ciudades suele nutrirse de personajes históricos, profesiones, personajes populares, santos y demás. Conforme pasa el tiempo, algunas de nuestras calles, suelen cambiar su denominación con otras más acordes al devenir de los tiempos.
Tomemos como ejemplo, la ciudad de Pamplona, que está sumida estos días en una agria polémica entre Ayuntamiento, ciudadanos y partidos políticos. El caso es que una de sus plazas, la denominada Plaza del Conde de Rodezno, en alusión a un político de la época del franquismo, lleva unas semanas cambiando de nombre y, con ello, generando polémica.
La plaza en cuestión ha pasado a llamarse de Serapio Esparza, y ahora parece ya, Plaza de la libertad, en honor a los fusilados de la guerra civil.
La ley de Memoria Histórica aprobada, por primera vez, con Zapatero de presidente, antecesor a Rajoy, se crea para equiparar a las victimas del franquismo con el resto de víctimas, al entender que eran las gran olvidadas de la democracia y para eliminar los símbolos franquistas que aún existían en plazas y calles de nuestra geografía.
Cuando al ayuntamiento de Pamplona llega Bildu, se propone rápidamente cambiar el nombre de dicha plaza por otro y es aquí cuando han llegado los problemas.
Choca que equipos de gobierno y partidos políticos en lugar de enredarse en polémicas, que bien pudiera pensarse que tienen algo de revancha y que solo provocan crispación, no se preocupen del día a día de sus ciudadanos. La Historia escrita está e Historia es. Queda para el estudio y para aprender de los errores cometidos, porque los muertos, muertos están.