El objetivo de sus padres, que a su muerte también serán criogenizados, es conservar su cerebro después de su muerte para que cuando la tecnología lo permita reviva en otro cuerpo
Matheryin Naovaratpong es una niña tailandesa de dos años que se ha convertido en la persona más joven sometida a la congelación criónica. El objetivo de este proceso es conservar su cerebro para, poco después de su muerte, regresar a la vida en un nuevo cuerpo cuando la tecnología lo permita, informa BBC Mundo en su página web.
No obstante, para entonces sus padres, ambos ingenieros médicos, ya habían tomado una decisión que, esperan, pueda darle a Einz otra oportunidad.
«El primer día que Einz —como la ha apodado su familia— estaba enferma, de inmediato me vino a la mente que debíamos hacer por ella todo lo posible desde el punto de vista científico con la tecnología de hoy en día. Tuve un gran conflicto interior con esta idea, pero tenía que aferrarme a ella, así que se la expliqué a mi familia», recuerda su padre, Sahatorn.
Esa idea era congelar el cerebro de Einz mediante criogenización hasta que, en algún momento del futuro, los avances médicos permitan revivirla.
«Como científicos, estamos seguros al 100% de que sucederá, simplemente no sabemos cuándo. En el pasado, pensábamos que tomaría 400 a 500 años, pero ahora estimamos que puede suceder dentro de alrededor de 30 años», afirma Sahatorn a la BBC.
Para conservar el cerebro de Einz, la familia Naovaratpong eligió Alcor, una organización sin fines de lucro con sede en Arizona (Estados Unidos) que es el proveedor líder de lo que denomina «servicios de extensión de la vida».
La niña, cuyo cerebro se conserva a una temperatura de -196 ºC, se ha convertido en paciente número 134 de esta compañía… y también en la más joven.
El padre de Matheryin confiesa que aún no se han recuperado de la pérdida de su hija: «A pesar de que habíamos luchado para ser fuertes, cuando falleció estábamos como otras familias: llorábamos todos los días. De hecho, todavía necesitamos tiempo para curarnos».
Sahatorn está seguro de que los pensamientos y la personalidad de Einz se conservan junto con su cerebro y que, en algún momento, serán suficientes para reconstruir su vida.
Además, tanto él como su esposa también planean criogenizar sus cuerpos, aunque reconoce que hay pocas posibilidades de que se encuentren con Einz en su nueva vida.
Aún así, la familia está guardando imágenes y grabaciones de su vida en común para que, cuando reviva su hija, pueda saber algo de su vida anterior.
«Nuestro amor por ella nos empujó a seguir este sueño. Sin duda, el pensamiento de nuestra sociedad está evolucionando para poder aceptar esto», reflexiona Sahatorn.