Francia, y especialmente París, se pertrecha ante las protestas mañana de los «chalecos amarillos», un movimiento que el Gobierno considera que se está deshinchando y degenerando en violencia, instrumentalizado por grupúsculos extremistas.
Ante el mutismo del presidente, Emmanuel Macron, que con el argumento de no atizar más el fuego no hablará hasta después de esa jornada de movilización, han sido su primer ministro, Édouard Philippe, y su ministro de Interior, Christophe Castaner, los encargados de comunicar su estrategia.