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Un hombre en el zoo

Un hombre en el zoo

Me voy a vivir al zoo. Si, ya lo sé, que tal vez sea el primer ser humano que se ofrece como voluntario para vivir en un zoológico, pero es que todo son ventajas: no tienes que pagar impuestos, no tienes que ir de compras, no tienes que ir a casa de los amigos, el que quiera verte que venga al zoo. No tienes que levantarte temprano todos los días para ir a trabajar porque vives en el trabajo, es el lugar ideal para vivir un artista.

En el zoo no te hace falta de nada, ni público, ni seguridad, ni de comer, ni mascarilla, ni te roban, ni te okupan la casa, ni se drogan, y si estas cerca de las hienas, hasta escuchas alguna risa que otra… Vale, si, te pones malo y te trata un veterinario, ¿pero han visto ustedes el tamaño de las pastillas que les dan a los caballos? ¡Mejor! Así se te pasa antes el dolor de cabeza.

A ver, voy solo porque mi mujer no quiere venir, dice que no va a ir a estas alturas de la vida en pelotas en una jaula, que lo que le digo yo: ¡Hombre! Que llevaremos un mono o unas pieles como en el cromañón.

El que está loco por colocarse en el zoo es mi cuñado, pero ese lo tiene más fácil porque es un lince. Bueno, y mi sobrina que quiere entrar de canguro.

Desde luego yo me llevo al perro y la flauta, sí, porque la música amansa a las fieras. Yo tocaba la flauta, se me empezó a atravesar y ahora solo toco la flauta travesera.

Les llevo una declaración de intenciones, porque en el zoo todo está muy bien organizado, vamos, allí solo cruzan por los pasos de cebra.

Yo, desde luego voy en son de paz, que me importa un pito que el león sea el rey de la selva porque yo no soy republicano y no lo voy a echar del zoo… Qué la jirafa me mira por encima del hombro, allá ella. ¡Menudas anguinas deben de tener las pobres!

También pienso dar charlas sobre mis vecinos de jaula: su procedencia, lo que comen, sus intimidades, sus manías… Hablaremos de los que roncan, los que barritan, de los que no duermen, contaremos los cuchicheos de la gente que viene a vernos. Ya les he dicho a mis hijos que, si me cogen, cuando vengan a verme que se vayan a jugar con los osos pandas, a ver, entre nosotros no nos vamos a morder, y mi mujer que vaya a ver a los flamencos que le gusta mucho el cante.

Todo esto de los animales me viene desde pequeño que me pasaba el día en el corral con las gallinas, y eso que no teníamos corral.

Hoy hay gente que prefiere vivir en el corral que, en la casa, por el amor que tienen a los animales y por estar más en contacto con la naturaleza.

Aún oigo a mi madre diciéndome: “Deja a las gallinas tranquilas y ponte hacer los deberes”.

Vamos, lo que me quería decir es que me dejara de tocar los huevos.

La verdad es que nos denunciaron los vecinos porque pensaban que teníamos un loro en casa.

Dicen que cantaba el loro, no señor, los loros recitan, los que cantan son los que saben. De manera que si me lo permiten voy a cantar:

Si, prefiero una buena corrida de toros que una sesión parlamentaria.

Manolo Royo, humorista www.manolo-royo.com

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