- Por José V. Ciordia, historiador
Tal día como hoy, un 29 de julio de de 1837, Juan Álvarez de Mendizabal promulgaba la Ley desamortizadora de los bienes de la iglesia, la más conocida de una serie de expropiaciones de bienes y tierras de la Iglesia que los liberales llevaron a cabo en el siglo XIX.
A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica había acumulado ingentes cantidades de propiedades, sobre todo, tierras de labranza. Estas tierras tenían el concepto de “manos muertas” porque por ley, no podían venderse, hipotecarse o cederse.
La llegada al poder del régimen liberal a España, había supuesto la desaparición del Antiguo Régimen y con ello la modificación del sistema de propiedad. los gobiernos liberales vieron en ello una excelente oportunidad de conseguir unos ingresos extraordinarios para amortizar los títulos de deuda pública que expedía el Estado para financiarse o extinguirlos porque en alguna ocasión también se admitieron como pago en las subastas. Asimismo creía que con ello se podía acrecentar la riqueza nacional y crear una burguesía y clase media de labradores que fuesen propietarios de las parcelas que cultivaban y crear condiciones capitalistas (privatización, sistema financiero fuerte) para que el Estado pudiera recaudar más y mejores impuestos.
La Desamortización de Mendizábal fue en principio muy ambiciosa y tuvo notables efectos recaudatorios e ideológicos (avivó tanto el anticlericalismo como el antiliberalismo en España). Pero, desde el punto de vista estrictamente social, fracasó: la división de los lotes de tierra se encomendó a comisiones municipales y éstas, aliadas con los oligarcas adinerados, manipularon el sistema. ¿Cómo? Creando grandes lotes inasequibles a los pequeños labradores que fueron comprados por nobles terratenientes y burgueses ricos.
Los beneficiarios de la desamortización a partir de estas fechas son, en primer lugar, un puñado de personas que negocian a escala nacional aprovechando las posibilidades de lucro rápido que les ofrece la legalización desamortizadora y, en segundo lugar, la burguesía compuesta por comerciantes, abogados, funcionarios civiles, militares, industriales, políticos, etc. Habrá muy pocos campesinos que llegarán a ser propietarios gracias a la desamortización. Al contrario, mas bien se verán perjudicados ya que en muchos casos se les obligará a irse del lugar… Y la propiedad seguirá concentrada.
En Cataluña, entre 1836 y 1844, se venden bienes eclesiásticos por valor de 228 millones de reales. Los 218 conventos que hay en Cataluña en 1834 se ven afectados por la desamortización. El patrimonio de estos conventos es muy importante. Hay unos 40 con más de 100 hectáreas de superficie de cultivo, cuatro entre 1.000 y 5.000 y dos con más de 5.000. A las tierras y edificios se ha de añadir el mobiliario, los libros, los cuadros y otros objetos de valor.
Algunas propiedades conventuales recibirán una utilización pública o institucional. En Barcelona la restauración de la Universidad se hace en el ex convento del Carmen y la Academia de las Buenas Letras en el ex convento de San Juan.
Queda abolido, por otra parte, el diezmo, el impuesto del 10% de la cosecha que los campesinos pagaban hasta la fecha para el mantenimiento del clero y de los edificios religiosos.