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El Papa: “El Mediterráneo no puede convertirse en un gran cementerio”

El Papa: “El Mediterráneo no puede convertirse en un gran cementerio”
El Papa Francisco, en el Parlamento Europeo. AFP.
El Papa Francisco, en el Parlamento Europeo. AFP.

En un discurso más largo y más denso de lo que acostumbra, el papa Francisco se ha dirigido a los eurodiputados reunidos en el parlamento de Estrasburgo para pedirles que “la envejecida Europa” deje de girar en torno a la economía, ponga en el centro de sus preocupaciones la dignidad del hombre y “redescubra su alma buena”.

El Papa, que fue recibido con gran cordialidad por el presidente Martin Schulz, presentó ante los 751 eurodiputados de 28 países y los presidentes de las demás instituciones –Comisión Europea, Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea- un «mensaje de esperanza y aliento, basado en la confianza de que las dificultades pueden convertirse en fuerte promotoras de unidad para vencer todos los miedos».

Jorge Mario Bergoglio advirtió a los eurodiputados “del desprestigio creciente” de unas instituciones que son percibidas por los ciudadanos como “distantes e incluso dañinas”. “Desde muchas partes”, explicó el Papa, “se recibe una impresión general de cansancio y envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz. Por lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones”.

El Papa hizo un recorrido por los males que, a su juicio, aquejan a la vieja Europa, desde la soledad a la indiferencia hacia los inmigrantes. “Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en Europa”, se lamentó, “es la soledad, propia de quien no tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor”.

Bergoglio, cuyo primer viaje fue precisamente a la isla italiana de Lampedusa, volvió a clamar en Estrasburgo por la tragedia repetida: “No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”.

El Papa Francisco, durante su discurso.
El Papa Francisco, durante su discurso.

Por todo ello, el papa Francisco dirigió a los eurodiputados “un mensaje de esperanza y aliento” para que afronten un momento decisivo: “Ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad”.

En tono vibrante insistió en que «ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad».

El discurso había durado casi una hora, pero los eurodiputados seguían con pasión sus palabras. Al final, como un resorte, se levantaron y le dedicaron una larguísima, interminable ovación en pie. Era un homenaje a su persona pero, sobre todo, a lo que les acababa de decir.

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