Hace solamente unos pocos meses, cuando el ministro Borrell no era ministro, no era más que un simple afiliado del partido socialista, pedía, por activa y por pasiva, la desarticulación del independentismo catalán. Hoy nos dice que es incapaz de frenar la apertura de embajadas catalanas fuera de España.
Cuánto han cambiado las cosas. El otrora martillo anti independentista se ve obligado a claudicar ante el mandato de su jefe, Pedro Sánchez, y a “tragar ruedas de molino” por ello.
Hasta cuando va a tener que soportarse el dominio del nacionalismo sobre el Gobierno de España. Y no es está una cosa baladí.
Los ciudadanos de este país asisten impertérritos a su desintegración. Una desintegración que, paradójicamente, se lleva a cabo desde dentro, desde las fauces de gobiernos empeñados en mantenerse en el poder, sea como sea.