Las callejuelas y las casas de piedra marrón del barrio de Ohel Moshe, en el que hace más de un siglo se establecieron judíos de origen sefardí de todo el Imperio Otomano, se esconden entre altos edificios modernos de Jerusalén Oeste, una zona donde el judeoespañol que llevaron se oye cada vez menos.
Pese al desarrollo urbanístico de la ciudad, el barrio conserva en gran parte su aspecto y espíritu original, su población sigue siendo mayoritariamente religiosa y las raíces sefardíes se palpan en sus calles estrechas, donde se observan muchos paneles históricos que recuerdan las primeras familias instaladas, que en su mayoría tenían el ladino como lengua materna.