Los académicos de la Real Academia de la Lengua Española están constantemente introduciendo nuevas palabras en el diccionario. Es el signo de los tiempos. La forma de hablar cambia, evoluciona y hay que adaptarse.
Desde ayer, dichos académicos tienen tarea por hacer, y es que el que, en tiempos fue “el yernísimo” del rey Juan Carlos I de España, en su escrito enviado al Tribunal Supremo acaba de pedir el indulto por considerarse un “amigable componedor”.
El señor Urdangarin, cuñado real, utiliza ese nuevo vocablo para hacer ver el Tribunal que el solo hacía las funciones de representante real en los negocios por los que es acusado y que, por ello, no había, en ningún momento, intención de engañar o de defraudar, vamos que era solamente un «amigable componedor».
Es de imaginar que el argumento esgrimido por el señor Urdangarin, provocará más enfado que otra cosa, quizás una gran hilaridad, pero nada más, porque no hay nada más hiriente que haya alguien que se cree que todos los demás son tontos y el, el único listo.
Querer que un Tribunal, después de una larguísima instrucción, termine siendo un órgano de defensa de la injusticia, más que un defensor de la justicia, es grave. Alguien debería asumir esa irresponsabilidad.