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Robert Plant, un «británico y feliz europeo», siembra la magia en Madrid

«Somos británicos y estamos felices de ser europeos», afirmaba esta noche Robert Plant, por siempre la voz de Led Zeppelin, en un concierto mágico y algo hippy bajo el cielo de Madrid que ha convertido en «una charla con la luna» y en un viaje por 50 años de trayectoria que la capital ha recorrido pocas veces.

Hay que retroceder hasta 1995 para encontrar el último concierto en la ciudad del astro británico, tras la súbita cancelación por «problemas de agenda» de la gira española que debería haber realizado en 2014 junto a su actual banda, The Sensation Space Shifters, y presentar así su último disco, «Lullaby and… The Ceaseless Roar».

Ni las buenas críticas de este trabajo o de alguno de los otros en solitario, ni la alargada sombra de su pasado con Led Zeppelin, ni las ganas de desquite de quienes se hicieron con una entrada en 2014, ni el tirón de los años de ausencia han conseguido sin embargo que se agotaran esta noche las entradas.

Por añadir alicientes, ni tan siquiera parece haber servido de acicate el hecho de que hace sólo unas semanas saliera airoso del juicio por presunto plagio del gigantesco «Stairway to heaven».

Con todo, aunque sorprende que no se haya llenado del todo su concierto dentro del ciclo Noches del Botánico, celebrado en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense, la cifra (2.500 personas, según la organización) se ha quedado muy cerca del aforo completo y el calor humano se ha dejado sentir en una noche extrañamente fresca.

A las 22 horas, en el inicio del concierto, las cuerdas de la guitarra respondían en frecuencia a la ligera brisa que surcaba el jardín, estremeciendo al público, que reconocía en esos tañidos casi flamencos «Babe, I’m gonna love you», tema original de Anne Bredon, incluido en el primer álbum de Led Zeppelin tras adaptar a su vez una versión de Joan Baez.

Como a puntito de arrancarse con un zapateado, Robert Plant, con camisa roja sanguina, también muy flamenca, se plantaba en el centro del escenario para interpretar con profundo sentimiento este tema de larga progresión del folk al rock eléctrico.

«¡Yo soy marinero!», bromeaba en castellano al acabar, entre las risas cómplices del público, justo antes de abordar «Tin Pan Valley», de sus tiempos, al principio del nuevo milenio, junto a The Strange Sensation.

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