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Tres ex fumadores: adicción, envenenamiento y superación

Tres ex fumadores: adicción, envenenamiento y superación

Siete de cada 10 fumadores españoles han intentado dejarlo al menos una vez, según un estudio. En el marco del Día Mundial Sin Tabaco, 31 de mayo, tres ex fumadores narran a EFEsalud sus historias de adicción, sensación de envenenamiento y malestar, pero también de superación y certeza de saber que han recuperado su calidad de vida

Tres ex fumadores: adicción, envenenamiento y superación

Cansancio, fatiga, dolor de estómago, de cabeza, efectos en la dentadura, ansiedad, dependencia. Son algunas de las sensaciones que 3 ex fumadores tenían cuando todavía no eran ‘ex’. Con motivo del Día Mundial Sin Tabaco, 31 de mayo, nos cuentan sus historias y su relación con esta sustancia nociva.

La realidad es que, según el estudio ‘Rompe con la nicotina’ de la biofarmacéutica Pfizer, 7 de cada 10 fumadores españoles han intentado dejar de fumar al menos una vez en la vida.

Tal y como apunta este mismo estudio, el 82% declara que su principal motivo para abandonar el tabaco es la mejora de su salud y calidad de vida, seguido muy de lejos de otros aspectos como el gasto derivado del tabaco (7%) o el impacto del tabaco en la salud de sus familiares (6%). Y los protagonistas de este reportaje, ¿por qué lo han dejado?

María: “Cuando fumas pagas para envenenarte. Eres un drogadicto”

María González, periodista, empezó a fumar a los 16 años y lo dejó a los 40. “Terminé fumando dos cajetillas, primero negro y luego rubio”, explica.

”Decidí dejar de fumar porque me sentía muy mal, envenenada, tanto que por las noches tenía que tomar leche”, cuenta María.

Tuvo “dos neumonitis, una con 18 años y otra con 24”, aunque aún así, siguió fumando. Lo que le llevó a dejarlo fue el hecho de que antes de dormirse, cuando llegaba a casa por la tarde, se sentía tan mal que tenía que beber leche para mitigar la sensación de vivir envenenada.

Consiguió dejar de fumar “con mucho esfuerzo, varios intentos vanos, un año con chicle de nicotina y al año siguiente chicle normal”, explica, añadiendo que luego llegaron las “Juanola, y cuando vi que estaba libre dejé de tomar cosas”.

Un cenicero gigante con forma de pulmones ambienta la negociación sobre el control del tabaco en Ginebra, Suiza. Efesalud.com

EPA/Keystone/Olivier Born

Para María el tabaco es “una droga fortísima que lleva muchísimas sustancias que son veneno” y que se desconocían en su época.

Así se explica: “No me asustaba que me dijeran que el tabaco mata, porque me tengo que morir de algo; pero si hubiera pensado, por ejemplo, en la dentadura, que la tengo destrozada y estoy convencida de que ha sido por el tabaco, el estómago, y toda una serie de consecuencias que antes desconocíamos”.

Cuando dejas de fumar “ganas en salud”, señala la entrevistada. “Lo notas en la capacidad pulmonar, que además yo la tengo tocada por las dos neumonitis, en que no te levantas y acuestas con dolor de cabeza, te sientes más saludable”.

Además, la periodista explica que volvió a cogerle gusto a la comida, “porque cuando fumas te alimentas, no comes, no disfrutas” y la sinusitis, aunque la tiene crónica, también “mejoró mucho”.

“También dejas de ser un yonki, una persona esclavizada por el tabaco que hurga en la basura de casa buscando colillas y se levanta pensando en ese primer cigarro”, explica.

María le diría a los fumadores que “les están timando”, porque “pagas para envenenarte, eres un drogadicto, con consecuencias, además del riesgo de muerte, en tu calidad de vida”.

Fernando: “Tenía pesadillas con volver a fumar y me irritaba conmigo mismo por recaer”

Fernando Moreno, psiquiatra de profesión, empezó a fumar a los 14, hasta los 55 años. 30 cigarros al día, primero tabaco negro y luego rubio. Para él, dejar de fumar fue “una decisión totalmente casual”.

“Un día aparqué en frente de una tienda de cigarros electrónicos, entré y compré uno y empecé a usarlo y entonces me di cuenta de que podía sustituir al tabaco”, cuenta el entrevistado, añadiendo que progresivamente fue “rebajando la nicotina del cigarro electrónico hasta dejarlo definitivamente”.

Fernando siempre pensó “que iba a ser imposible dejar de fumar”, pero admite que se quedó “sorprendido de lo fácil” que le resultó, pues “lo había intentado otras veces y no aguantaba ni 3 horas sin fumar”.

Estar 40 años de la mano de algo tan “adictivo y tóxico para el organismo” hacía que se sintiera cansado, además de perder el sentido del gusto y el olfato, “expectoraba mucho, tosía, y ahora todo eso ha mejorado”.

“Cuando estaba nervioso lo utilizaba para tranquilizarme, y cuando estaba demasiado relajado lo utilizaba para activarme, algo totalmente contradictorio”, señala.

“Sentía malestar por no poder dejarlo. Cuando lo conseguí, al principio tenía pesadillas sobre que volvía a fumar y en el sueño me irritaba mucho conmigo mismo por recaer. Esos sueños ahora son muy ocasionales”, relata.

Para quien quiera dejar de fumar, el entrevistado recomienda que “por lo menos se lo proponga y lo intente”, y añade, “yo lo he conseguido después de 40 años y pensar siempre que no podría hacerlo”.

Isabel: “Me sentía saturada, como si ya me lo hubiera fumado todo”

Isabel Escudero, enfermera, fumaba desde los 17 años una cajetilla de tabaco negro diaria, aunque en eventos sociales podía llegar a dos. Ha estado más de 20 años fumando, ahora tiene 52 y asegura que dejarlo ha sido “lo mejor” que ha hecho en la vida.

“Decidí dejar de fumar porque empecé a ser consciente de que el tabaco me estaba haciendo daño” cuenta a EFEsalud la enfermera.

“Me sentía saturada, como si ya me lo hubiera fumado todo. Una sensación de que ya no podía fumar más porque no me entraba más, una sensación de saturación”, señala.

 EFE/Barbara Warton

EFE/Barbara Warton

Isabel no utilizó ningún sustitutivo para dejarlo. “Lo único que hice fue leerme un libro” que se lee en una semana, aunque ella tardó más de dos meses porque sabía que terminarlo suponía “dejar de fumar”, aunque al final lo hizo antes de acabar el libro.

Más que ansiedad o “mono físico” Isabel, el primer mes, sintió tristeza y ausencia.  “El tabaco te acompaña en todos los momentos: cuando estás contento, cuando estás triste, cuando vas a tener una conversación interesante, cuando tienes una velada fantástica con los amigos. Y de repente, algo que te ha acompañado mucho tiempo se va”.

Una sensación que pronto desapareció al darse cuenta de que con el tabaco “vivía con un permanente dolor de cabeza, de estómago, estado de cansancio”;  mientras que, al dejarlo, ya no se “levantaba con dolor de cabeza, no estaba cansada ni fatigada, me sentía activa y cuando hacía deporte quería más”.

Es consciente de que en su generación, “el tabaco ha sido una epidemia, hemos fumado prácticamente todos, algo aceptado socialmente” y sin saber las consecuencias. Isabel está segura de que, muchos cánceres que existen hoy día “tienen el tabaco como uno de los factores”.

Para poder dejarlo, subraya que lo importante es “la concienciación, querer dejarlo, fortaleza mental”, porque “si quieres lo vas a dejar, todo está en tu cabeza”.

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