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Becarios y estilos de dirección

Puede que no sea tan casualidad que una noticia sobre un becario (“stagier” como se dice ahora) y su “maestro” un conocido cocinero (ahora se dice “chef” del inglés “chief” jefe) salga justo unos días antes del 8 de mayo día del becario y haya puesto en evidencia lo que era vox populi.

Hoy en día es habitual que cualquier empresa por pequeña que sea disponga de un becario, pero no hace tanto era una rareza, de hecho las empresas ni lo contemplaban. Mis inicios profesionales, fueron como profesor de inglés de grupos de principiantes, dio la casualidad que uno de mis grupos eran los ejecutivos de una conocida empresa cárnica que pertenecía por aquel entonces al grupo Sara Lee. Todavía recuerdo la cara que me pusieron el gerente, el director de calidad y el jefe de personal cuando les propuse ir unas horas antes de la clase durante unas semanas para aprender. La respuesta fue un no rotundo. Posteriormente un compañero de facultad, pocas promociones más joven, llego a ser el director de I+D, curiosamente empezando de becario. Así es la vida, hay que llegar en el momento oportuno.

Sin embargo en la actualidad, los responsables de recursos humanos, valoran muy bien en los curricula el que el aspirante haya sido becario. Pero por otro lado la normativa de control de la actividad del becario se limita a que éste no esté en posesión del título (algo que no se suele comprobar) y a que se firme un acuerdo o seguro que cubra cualquier incidente/accidente de índole laboral. Hay universidades y empresas que hacen un mejor seguimiento del aprendiz, habiendo un enlace o tutor por ambas partes que controlan la labor del becario. Pero en muchas, la mayoría, por lo que se ve, el becario viene a cubrir un puesto laboral ya sea por tema de vacaciones, ya sea por aumento de producciones, etc. y se enmascara como actividad de aprendizaje. En algunas, muy pocas y contadas, los becarios obtienen una pequeña retribución, la cual suele conseguirse tras la iniciativa que la persona responsable del mismo en la empresa pelea con sus superiores por vergüenza torera. Y en algunas ocasiones y si el/los becarios son muy buenos logra poder encontrarles un hueco en la empresa, algo que luego estos no agradecen.

El escándalo de estos días ha puesto en los titulares la cruda realidad de los becarios, pero por otro lado pone también la realidad de las relaciones entre jefes y subordinados. En el relevo en los puestos de dirección de las empresas empieza a llegar una hornada de personas de una generación que se ha criado consiguiendo lo que querían siempre y que llevan muy mal la frustración. Son de ordeno y mando pues no han tenido modelos de dirección, además hay una fuerte corriente que propone que el mando se aprende. Personalmente considero que para dirigir a personas hay que partir de unas mínimas dotes, habilidades o competencias (como dicen ahora) además de haber aprendido, también, a obedecer. He tenido la suerte de haber padecido a muchos jefes, de todos he aprendido algo, en la mayoría de los casos lo que no debo hacer, a dos o tres los tengo como muy buenos referentes y particularmente a otros dos, mejor no los hubiera tenido nunca, no valían, el puesto les venía no grande sino grandísimo.

De otro lado en la generación de los aprendices, nos encontramos con personas que no admiten comentarios, aunque estos sean constructivos, y mucho menos advertencias o sugerencias pues no están acostumbrados a ellas, son excesivamente competitivos entre ellos y no aceptan negativas al igual que sus posibles superiores. Cuya función y papel muchos no admiten y no entienden o comprenden.

Con este panorama se da el caldo de cultivo para un estallido de este tipo. Si además añadimos la envidia tradicional de nuestro país frente a los que triunfan, y en el caso concreto el engreimiento de un colectivo (los restauradores con estrellas Michelin) que ha tomado las horas de máxima audiencia, junto con unos programas cuyos guionistas y directores de selección (casting) buscan fomentar las mismas con situaciones de tensión, actitudes y comentarios al límite del respeto hacia el otro. Hace que en algún momento se pierda el sentido de la realidad y uno se lleve su papel televisivo a su centro de trabajo.

Casi seguro, que pasado mañana nadie se acordará de la situación de los becarios y ésta no habrá cambiado nada. Como tampoco se abrirá un debate sobre los estilos de mando prusiano que imperan en muchas de nuestras empresas, motivados por un lado en la réplica y repetición del que había antiguamente, ahondado por la incertidumbre de la crisis vivida recientemente y de la cual todavía sufrimos sus coletazos y lo peor el miedo al error. Algo que nuestra sociedad no perdona.

Jesús Bodegas, Ldo. en Biología, con experiencia en Producción y Seguridad Alimentaria

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