Hace unos días, la fallecida ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se encontraba en el Congreso de los Diputados con motivo de la ceremonia de inauguración de la actual legislatura a cargo de Felipe VI. Parecía una apestada, ninguno de sus antiguos compañeros del PP querían acercarse a ella y menos todavía que se les hiciera alguna foto juntos. Pocas horas después se presentaba a prestar declaración en los juzgados y, de nuevo, aparecía sola, muy sola. Antaño quedaban aquellas ceremonias en el balcón del Ayuntamiento de Valencia, en las que buena parte de la cúpula del que era su partido de toda la vida, el PP, celebraba sus incontestables victorias electorales. O aquél famoso Congreso en Valencia (también llamado de Bulgaria) que dio la victoria a Rajoy, dentro de la política interna del PP.
Las declaraciones que, a lo largo de los últimos meses y semanas, realizaban los “rapaces” del PP, Casado, Maroto o Levi, entre otros, renegando de ella, de Rita Barberá, y provocando su baja del partido de sus amores, no le habían sentado nada bien. Sus familiares hablaban de la depresión que sufría, incapaz de asumir, porque le habían abandonado todos.
Y he aquí, que en la habitación de su hotel, en Madrid, Rita sufría, parece ser, un infarto y fallecía. Rápidamente la noticia trascendía a la clase política y, cual resorte automático y tras escuchar las declaraciones del que fuera su presidente, D. José María Aznar, criticando al PP por la soledad a la que se había sometido a la fallecida, los arriba mencionados, presentaban sus respetos.
En pocas horas, se pasaba, por tanto, de denigrar e ignorar a una persona, a “subirla a los altares”. Ya lo marcaba, en el funeral, el Arzobispo de Valencia, al hablar de “una condena pública injusta” para la ex alcaldesa de Valencia y pedir que haya cambios en la sociedad, para que no se condene, antes de tiempo, a quienes son «investigados».
El PP ha dedicado las últimas horas a criticar a los medios de comunicación por el acoso al que han sometido a la fallecida. Habría que preguntarse si el PP va realizar un proceso de auto crítica ante lo sucedido, puesto que también han condenado mediáticamente a Rita Barberá mucho antes de que existiera la posibilidad de una condena. Habría que preguntarse también si los medios de comunicación pueden ser rigurosos y no “pecar” de sensacionalismo, para «servir» o aumentar un poco el numero de ventas. Habría que preguntarse, también, si la clase política también carece de criterio ético.