Los aficionados de Osasuna animan a su equipo durante un partido. NAVARRAINFORMACION.ES
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El club atlético Osasuna ha sido y es para la Comunidad Foral de Navarra un santo y seña, un espejo donde mostrar al resto de España, la idiosincrasia navarra, la furia rojilla.
Desde hace ya unos cuantos años este santo y seña navarro no viene caracterizándose por ser un Club donde brilla una intachable gestión económica.
Ya en época del anterior gobierno en 2012, con Yolanda Barcina de presidenta foral, este Club tuvo que «ser rescatado» por el arco parlamentario navarro; tuvo que aprobarse, casi por decreto, una norma que regulaba las subvenciones que debía recibir para no tener que sucumbir a la quiebra económica. Barcina ratificó el compromiso de patrocinar a Osasuna a razón de 1,4 millones de euros por denominar al estadio Reyno de Navarra aparte de otras contraprestaciones, pese a que se había anunciado que quedaba en suspenso la ayuda institucional por parte del departamento de Políticas Sociales, donde se encuadraba Deporte.
Desde entonces, el Club no levanta cabeza. Malos gestores y malos resultados deportivos han llevado al Club a tener una preocupante situación, hasta el punto de que para algunos agoreros, el previsible descenso a segunda división pudiera ser su fin deportivo.
La reflexión de todo ello resulta preocupante. Si un Club mimado por gobernantes de uno y otro signo, no ha podido salir del pozo en el que se encuentra. Si dicho Club ha recibido importantes cantidades de dinero público y no ha mejorado, ¿merece la pena que se siga invirtiendo en él? o ¿sería mejor mirar a otros deportes navarros que brillan en el panorama nacional?.
Los ciudadanos merecen una mejor gestión de sus impuestos, caiga quien caiga y sea quien sea.
