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Mañana llega Donald Trump. Welcome president»

Como es habitual en los Estados Unidos, el día 20 de Enero, en esta ocasión el tercer viernes  de nuestra sufrida “cuesta”  -simbólico día para la grey cristiana-, toma posesión el Presidente que -contra  muchos pronósticos- resultó elegido el primer martes después del primer lunes de Noviembre, en este caso, el pasado día ocho de dicho mes.

Unos días después escribía un artículo, “Y llegó Donald Trump” en el que dejaba mis “reflexiones sobre el inesperado -para muchos- triunfo” del líder republicano, entre otras “la alegría que -confesaba en esa reflexión-, me dio la larga noche de ‘insomnio’ de ese día”.  Porque lo que, en principio, me inclinaba sólo a seguir el comienzo del recuento de votos, para irme a dormir tras ver cómo,  también al otro lado del charco, triunfaba -desgraciadamente- el progresismo de lo ‘políticamente correcto’, que parece haberse extendido como epidemia -tendente a la pandemia- por todo el mundo occidental, dio paso a mi curiosidad creciente tras ver que, desde el principio, la sensatez del pueblo americano se iba imponiendo a las encuestas y a la gran mayoría de medios de comunicación y tertulias de uno y otro lado del Atlántico, así que me quedé hasta el final y ¡bingo!, ganó Trump.

Me explicaba entonces, antes de que algunos me “crucificaran” por alegrarme de la victoria del “pintoresco” candidato republicano, diciendo que “no es que yo esperase -o desease, añado ahora- la victoria de Trump, pero sí que prefería, de todas, todas, el triunfo republicano sobre el demócrata”; para empezar, por los principios de esa tendencia y además, después de los dos mandatos de Obama, por la no deseable continuidad de sus políticas -más que previsible- con la Sra. Clinton, que llegaba con más sombras que luces, sin olvidar las ‘hazañas’ del consorte”. Sin ánimo de ser exhaustivo, entre los “logros” de Obama destaca el “indulto”, por la vía de la apertura de relaciones USA-Cuba, de Raúl Castro, presidente de uno de los países en los que más se vulneran los derechos humanos, amén de contar con innumerables detenidos y muertos por su disconformidad con el totalitarismo comunista de la isla y un índice de pobreza descomunal, mientras la fortuna del fallecido Fidel Castro se calcula en varios miles de millones de US$, acumulados en sus casi cincuenta años de dictador absoluto y heredado por su hermano. O sea que, además de con Cuba, Obama deja oscuras relaciones con Irán y Venezuela y con la Colombia que pacta con las FARC. Algo que, muchos, no echaremos en falta si se produce algún cambio.

Antes de llegar, a Trump se le ha acusado de xenófobo –luchar contra la inmigración ilegal-, nacionalista –hacer USA grande de nuevo– y populista –bajar impuestos– por parte de propios y extraños, entre los que destaca esa pléyade de tertulianos españoles que aplaudían a Dª Hilaria en su campaña y pronosticaban su victoria. Hasta el defenestrado Pedro Sánchez ‘se fue a Nueva York’ para ¿apoyarla?, cuando se la jugaba en Washington (otro de los ‘aciertos’ del clon de ZP). Claro, que yo aplaudiría esas tres propuestas si las planteara algún candidato español o europeo, aunque por Francia, más de uno,  parece apuntar en esa dirección.

En estos días hemos leído o escuchado frases como “EE.UU. ha decidido llevar a la presidencia a un macho alfa impredecible” o “En EE.UU. la democracia ha sido sustituida por la vetocracia” -dichas nada menos que por Felipe González, bajo cuyo mandato se enterró a Montesquieu, se destrozó el sistema educativo en aras de la doctrina o creció la corrupción hasta el límite de que su ministro de Economía y vicepresidente animaba con su “España es el país en el que más fácil es hacerse rico en menos tiempo”-.

Me pregunto por qué esa reticencia y dura crítica, antes de empezar su mandato, a un presidente elegido por mayoría aplastante de votos electorales -306 frente a los 232 demócratas- aunque el voto popular fuera medio punto superior para la señora Clinton. Incluso el voto femenino -más del 42% en total y del 50% en el caso de las de raza blanca- apoyó a Trump, pese a las supuestas ‘vejaciones’ con las que, supuestamente, había ‘ofendido’ a las mujeres. ¿Serán masoquistas las americanas?

Otra cosa que me llama la atención es que esa crítica sea muy superior fuera que dentro de los Estados Unidos. ¿Será que algunos de la progresía europea -y española- temen que se les acabe el chollo? Me parece que algo de eso puede haber.

Pero volvamos con Trump. Frases como: “Mi gobierno estará junto a los católicos, impulsando valores que compartimos como cristianos”, «Los católicos son una parte importante de la historia de Estados Unidos. Estados Unidos se ha fortalecido con católicos que trabajan duro” y su declaración como defensor de la vida: «Soy y seré provida” además de su compromiso de “nombrar jueces para el Tribunal Supremo que interpreten estrictamente la Constitución en vez de legislar desde el estrado” abren una buena expectativa y justifican, en mi opinión, el margen de confianza que -con mucho menos- se le dio a su antecesor -para el que en Cuba “no hay tiranía”-, al que se le concedió nada menos que el Premio Nobel de la Paz casi antes de llegar -claro que éste era progre, negro y más joven y eso ‘mola’ más-.

Por otra parte, DonaldTrump también ha dejado alguna declaración que permite intuir por dónde van a ir parte de sus políticas: “Merkel es, con  diferencia,  de los más importantes jefes de Gobierno, pero  pienso que ha cometido un error catastrófico permitiendo la entrada a todos esos ilegales», añadiendo que «No queremos que venga gente de Siria que no sabemos quién es» y subrayando la “necesidad de reforzar los controles fronterizos”. Afirmaciones que, en mi modesta opinión, destilan sentido común y pragmatismo, algo poco frecuente entre nuestros políticos de nuevo cuño y algún veterano. Imagino la preocupación de la Sra. Carmena, de sus socios del PSOE y demás huestes podemitas, que colgaron el cartel de ‘Refugees  Wellcome’ en la fachada de la “Villa Ambiciones” de Gallardón, a los que no les llegará la camisa al cuerpo. ¡Cómo lo siento! ¡Ojalá calen esas dos premisas en sus colegas europeos.

Demos tiempo al tiempo y no olvidemos la campaña anti Reagan, que resultó ser después uno de los mejores presidentes del Siglo XX, si no el mejor. De momento, apunta bien el equipo que está formando Trump. Entre ellos, Mike Pence (57 años), Vicepresidente, acreditado político conservador. Rex Tillerson (64), Secretario de Estado, Ingeniero y empresario. Steven Mnuchin (54), Hacienda, ejecutivo de Goldman Sachs. James Mattis (66), General de Marines, jubilado. Jeff Sessions (70), Fiscal General, Abogado y Senador por Alabama. Wilbur Ross (79), banquero multimillonario. Andrew Puzder (66), Director Ejecutivo de empresa de alimentación. Ryan Zinke (51), Geólogo, comandante de la Armada y ex Senador. Tom Price (62), Sanidad, Médico y congresista. Ben Carson (55), Vivienda y desarrollo Urbano, Médico neurocirujano. Elaine Lan Chao (63), Transportes, Secretaria de esta área con George H. Bush y, posteriormente, de Trabajo con George W. Bush. Rick Perry (66, Gobernador de Texas. Betsy DeVos (58), Educación, Empresaria propietaria de la multinacional Amway. David Shulkin (57), Asuntos de Veteranos, Presidente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Drexel. John F. Kelly (66), Seguridad Nacional, General de Marines retirado. Como puede verse, todos de contrastada experiencia profesional. Algo que, por nuestros lares, en los que la mediocridad se convierte en ‘mérito’, no suele ser la característica más destacada. Veteranía y experiencia como mejores credenciales para regir los destinos del país más poderoso del mundo, mientras aquí “la situación actual sólo la pueden arreglar los nacidos después del 78 (o sea, menores de 38 años) -Rivera dixit-“ o “el problema de las pensiones se arregla acabando con los abuelos” (dicho por alguien de Podemos).

Puede que el personaje sea algo excéntrico, tal vez vehemente en la forma de expresar sus opiniones y que haya recurrido a fórmulas poco ortodoxas de atraer a un pueblo harto de demagogias, para conseguir su apoyo, pero, como ha dicho el Prefecto de la Secretaría de Comunicación de El Vaticano, Darío E. Vigano: “habrá que ver al Donald Trump presidente para poder enjuiciar la actuación del nuevo mandatario estadounidense”. Algo que, en nuestra querida España, donde el prejuicio -en los medios y en la calle- y el sectarismo partidista se imponen al interés general y al sentido de Estado, parece imposible. ¿He dicho sentido de Estado? ¿Aquí? ¿En qué estaría yo pensando?

Parece que no opinan como el Secretario del Vaticano los veintisiete congresistas demócratas que han anunciado que no asistirán a la ceremonia de toma de posesión del nuevo Presidente, en un intento de boicotear el acto. Trump les ha pedido que “devuelvan las invitaciones”, demostrando buen sentido del humor. ¿Y se llaman demócratas esos congresistas? Cuesta creerlo.

En fin, yo doy la bienvenida al nuevo Presidente de los EE. UU. y, cuando se equivoque, que lo hará en algún momento, no me dolerán prendas en escribirlo y criticarlo. Por ahora que lo dejen ser, como suele pasar en EE.UU., el Presidente de todos los estadounidenses y luego, ya veremos.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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2 Comentarios

  1. Luis

    Para millones de europeos entre los que me incluyo esto es un sueño,para los otros que llevan años favoreciendo y apoyando la destrucción de la Europa que tanta sangre sudor y lágrimas costo a nuestros antepasados es una pesadilla.

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    1. Antonio De la Torre Luque

      Gracias por el comentario, Luis. Espero que esos millones de europeos descontentos con la deriva actual, consigamos que no se termine de consumar la destrucción de Europa y que se recuperen los valores cristianos sobre los que se asentó la civilización occidental. Creo que Trump abre una pequeña puerta para ese arduo camino en el que no podemos desfallecer. ¡Juntos podremos!

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