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Como si de dejar el pasado de 365 días para recibir el futuro de los próximos, inciertos y esperanzadores días, se tratara, en Pamplona, tras las doce campanadas, el Casco Viejo de la ciudad se llena de payasos, vaqueros, hadas, príncipes, vampiros, piratas, osos, bailarinas, gánsters… Cualquier disfraz es bueno para empezar el año con buen pie y cumplir con una tradición que, siendo relativamente reciente, ha calado muy hondo entre sus habitantes en un ambiente festivo sin igual.
Aunque no se sabe, a ciencia cierta el origen de esta tradición, parece que fue a finales de los años 70 del siglo XX cuando varios jóvenes decidieron disfrazarse para despedir el año. La moda se extendió rápidamente entre los pamploneses y en los años 80 y 90 alcanzó su máximo apogeo. Hoy en día, la mayoría de la población opta por celebrar la Nochevieja disfrazado.
Hasta tal punto de que podemos decir que la Nochevieja en Pamplona se ha convertido en la tercera fiesta en importancia de la ciudad después de San Fermín y San Fermín chiquito, que tiene lugar en el mes de septiembre.
Eso sí, la tradición de cenar en familia y tomar las uvas continúan formando parte de esta noche especial. Tras lo cual se sale la diversión sale a la calle con disfraces sin temática específica, originales e intuitivos. PAra recorrer los rincones pamplonicas más emblemáticos: la calle Estafeta, la Plaza de Toros o alguno de sus parques (Vuelta de Castillo o Yamaguchi)…
El Año se despide y da entrada al que está por llegar detrás de la alegría escondida en la máscara y el disfraz que en pocas horas dará paso a la realidad de un nuevo año.
