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La inocencia infantil en el Romanticismo español, protagonista en el Prado

Hay vida después del Bosco y para demostrarlo el Museo del Prado ha preparado un «variado y ambicioso» programa de exposiciones que comienza con «La infancia descubierta», ocho retratos de niños del Romanticismo español entre los que destaca una obra de Antonio María Esquivel.

En palabras del director adjunto de Conservación, Miguel Falomir, se trata de una muestra que «da visibilidad a los riquísimos fondos decimonónicos del museo», a los que acaba de incorporarse «Raimundo Roberto y Fernando José», retrato que hizo Antonio María Esquivel de los hijos de la infanta Josefa Fernanda de Borbón y que ha sido adquirido por 60.000 euros y en un «magnífico» estado de conservación.

Es uno de los principales atractivos de esta muestra, que acoge la Sala 60 desde hoy y hasta el 15 de octubre de 2017, centrada en el retrato infantil que hizo furor entre la aristocracia y la burguesía durante el Romanticismo, movimiento que exaltó la inocencia, la proximidad a la naturaleza y la sensibilidad no contaminada de los niños.

Es el caso de «Raimundo Roberto y Fernando José», en el que los pequeños aparecen vestidos con unas pocas pieles, liberando de una jaula a unos jilgueros y junto a un perro en cuyo collar aparece la palabra «libre». «Remite al mito del buen salvaje de Rousseau, al liberalismo como opción política, es una proclama en favor del libre albedrío», ha dicho el responsable de la muestra, Javier Barón, durante su presentación.

Es la primera vez que se exhibe al público esta obra, que «impresionó a la crítica» en su presentación en la Exposición Nacional de 1856, por esa forma de presentar a niños de la realeza, cual pastores arcádicos alejados de los oropeles de la familia real.

Junto a esta obra, otras siete pinturas fechadas entre 1842 y 1855, elegidas entre los numerosos retratos infantiles del periodo isabelino que conserva el Prado en sus colecciones y que muestran al visitante dos de los núcleos más importantes del Romanticismo en España: Madrid y Sevilla.

Durante ese periodo, los mejores retratos se realizaron en la Corte madrileña, donde Vicente López hizo su retrato de «Luisa de Prat y Gandiola, luego marquesa de Barbançon», que reproduce aún el modelo clasicista representando a la niña como mujer a pequeña escala.

En cambio, Rafael Tegeo se muestra más fiel a la condición infantil de la retratada en «Niña sentada en un paisaje», mientras que Federico de Madrazo alude a los modelos históricos de Velázquez en «Federico Flórez Márquez», en el que el niño aparece solemne con el uniforme escolar del Colegio de Alumnos Nobles de Madrid.

Luis Ferrant recoge la tradición española del Siglo de Oro en «Isabel Aragón Rey», aunque la adapta a las fórmulas académicas del Romanticismo, y en los casos de Carlos Luis de Ribera y Joaquín Espalter la representación de sus modelos se realiza al modo burgués europeo, con parques como escenarios, el primero en «Retrato de una niña en un paisaje» y el segundo en «Manuel y Matilde Álvarez Amorós».

Otro núcleo importante del Romanticismo español fue Sevilla, donde se formaron artistas como Antonio María Esquivel, con su obra ya mencionada, y Valeriano Domínguez Bécquer («Retrato de niña»), influenciados por la tradición de Murillo y sus atmósferas doradas, sobre las que destacan las calidades de los rostros y manos infantiles. EFE

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