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Francisco Robles une bajo la misma maldición a Montpensier, Bécquer y Susillo

Francisco Robles une bajo la misma maldición a Montpensier, Bécquer y Susillo

Francisco Robles, ganador del Solar de Samaniego con su novela «La maldición de los Montpensier», cree que esa maldición afectó también al escultor Antonio Susillo, que labró las esculturas de una de las fachadas del Palacio de San Telmo en Sevilla, casa de los Montpensier, y a Gustavo Adolfo Bécquer.

«La clave de la maldición está en el Palacio de San Telmo -actual sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía-, y afectó también a alguien que estudió en ese palacio, Gustavo Adolfo Bécquer», ha asegurado en una entrevista con Efe Robles, quien ateniéndose a los datos históricos ha recordado que el poeta falleció el 22 de diciembre de 1870, y que Susillo, para suicidarse, 26 años después, eligió el mismo día, un 22 de diciembre.

Susillo se definía a sí mismo como «el Bécquer de la escultura» y ponía a sus obras títulos de las «Rimas», y una de sus grandes frustraciones fue no haber hecho el monumento a Bécquer en el Parque de María Luisa, motivos por los que Robles descarta que fuese casualidad que se quitara la vida un 22 de diciembre.

Los amigos del escultor maniobraron para ocultar el suicidio y que pudiera ser enterrado en sagrado -fue el autor de El Cristo de las Mieles del cementerio sevillano-, y propagaron que su muerte se debió a motivos económicos, lo que no concuerda con que dejara una herencia de 300.000 pesetas de 1896, según Robles, quien en esta novela dice desvelar el motivo verdadero que le llevó a quitarse la vida.

Susillo era entonces el escultor más valorado de España junto con Benlliure y -otro dato más para la leyenda- se quitó la vida tras labrar las manos de la Virgen de la Amargura, única obra que hizo para la Semana Santa sevillana.

Para Robles, la coincidencia del día de la muerte de Bécquer, quien sólo asoma de manera tangencial en la novela, con la de Susillo, debería hacer que el 22 de diciembre se celebrase en Sevilla como en Dublín el Bloomsday.

«Susillo fue un artista con dotes para haber sido el Rodin español, pero volvió precipitadamente de París por la muerte de su padre, se quedó en la ciudad por circunstancias que se cuentan en la novela y no llegó a ser un artista de reconocimiento internacional», según Robles.

«La maldición de los Montpensier» lleva el subtítulo de «Memorias para una Infanta difunta», en alusión a la infanta María Luisa Fernanda, esposa de Antonio de Orleans y quien, en la novela, cuenta en primera persona, alternando con un narrador omnisciente, su vida, también marcada por la maldición.

«Los Montpensier lo tuvieron casi todo, pudieron haberlo tenido todo, pero no fueron reyes de España y vivieron la muerte de siete de sus nueve hijos», según Robles, quien en sus páginas describe la «Corte chica» que mantuvieron en torno al Palacio de San Telmo y el mucho poder que ejercieron, aunque también las humillaciones y los exilios que padecieron por la labor conspiradora del duque.

Para Robles es un hecho demostrado que Montpensier estuvo tras la muerte de Prim, después de que este le traicionara, ya que el duque lo llevó al poder, financió la revolución de 1868 y el general lo desairó trayendo a Amadeo de Saboya para que ocupara el trono.

El duque de Montpensier «era un ilustrado, un volteriano, no ateo pero tampoco comulgaba con la beatería nacional» y fue objeto una educación privilegiada en Francia como benjamín de Luis Felipe, mientras que la Infanta tuvo «una educación pésima» y era de las mujeres que pasaban el día rezando.

Sobre el siglo de las asonadas y pronunciamientos que fue el XIX español, Robles ha elegido una idea del propio Montpensier: «Los españoles son capaces de hacer muchas insurrecciones pero ninguna revolución», y ha puesto como ejemplo los seis años de intrigas que se precisaron para que Alfonso XII sucediera en el trono a su madre. EFE

Alfredo Valenzuela

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