La vicepresidenta del Gobierno de España, señora Calvo, ha querido que la Iglesia católica se plegara a los designios de su Gobierno y ha visto que lo que se prometía exitoso se ha convertido en otro gran fracaso, al menos así lo corrobora el comunicado oficial del Vaticano.
Hacer creer que la Iglesia católica aplaudía o iba a transigir, sin pega alguna, a una gigantesca operación de imagen como la que está llevando este Gobierno, es no conocer a la Iglesia o utilizar la mentira para sus fines políticos.
Dar facilidades a un tema delicado, a un tema que pretende exhumar a un muerto, muerto, por cierto, hace ya 43 años (el próximo 20 de noviembre se cumplirán) sin consentimiento de la familia y que solo reaviva rencores olvidados, no sería apropiado para una institución como la Iglesia católica.
El Gobierno no puede estar obsesionado con el pasado, no debe destruir, sino, en todo caso, construir.