Símbolo contra la violencia de género. Gbno. Navarra
La ideología de género pretende minimizar el hecho masculino y femenino, orden natural de la naturaleza, para igualarla ante otras realidades. Además, por considerar al sexo femenino “el débil”, pretende que éste “recupere” su puesto en la sociedad.
Las asociaciones supremacistas femeninas reciben ingentes cantidades de dinero público para desarrollar una especie de revolución por la que la mujer y otras realidades diferentes al hombre predominen sobre el resto.
La clase política de este país se ha apuntado a la moda de asumir dicha ideología, sin pensar por un momento si es lo correcto o no; simplemente, considerando que, con ello, se defiende la igualdad de la mujer frente al hombre y que, con ello, también se defienden otras realidades.
La clase política no es capaz de asumir que una educación “como Dios manda”, ajena a reformas sin ton ni son, sería suficiente para mostrar el equilibrio entre el hombre y la mujer. Una educación vituperada desde hace ya muchos años no es capaz de enseñar a sus alumnos lo que está bien y lo que está mal.
Existen ya leyes basadas en la ideología de género desde hace años y, sin embargo, el número de muertes no disminuye. Algo no funciona.
La democracia debería estar basada en el respeto a las opiniones del contrario. Hoy a quien pide el control de las leyes de ideología de género por considerarlas mal aplicadas, se le acusa de mil y una infamias. No hay democracia en las ideas.
Ahí queda.
