Las encuestas publicadas desde que comenzó la campaña electoral en Cataluña reflejan unos resultados que pudieran ser similares a los actuales en el sentido de que pudiera volver a haber una mayoría independentista. En el otro lado, en el llamado bando constitucionalista, se observa la subida de Ciudadanos que podría convertirse en la fuerza más votada, el segundo lugar del partido socialista y en último lugar y sufriendo un descalabro electoral el PP, el partido del presidente Rajoy.
Hoy todos los partidos del bando constitucionalista pedían con insistencia a todos sus electores e incluso a los que no lo son, que no se quedaran en casa, que acudieran a votar, considerando que una participación superior al 80% podría ser buena para sus expectativas electorales.
Dada la distribución del voto en Cataluña, donde Lérida y Gerona, a pesar de tener un menor número de votantes, proporcionalmente dan muchos más parlamentarios que Barcelona o que Tarragona y, que ahí es donde el voto independentista es más fuerte, no resulta extraño que se apele a que el voto no se quede en casa sino que acuda a votar.
Resulta extraño e indignante, dada la situación catalana, que los partidos constitucionalistas no sean capaces de conseguir acuerdos para un hipotético gobierno y que estén más preocupados en defender a sus candidatos, que en defender una fuerza que acabe con el independentismo en el parlamento de Cataluña a nada que los resultados les sean medianamente favorables.
Cataluña y España podrían perder una oportunidad histórica si ello no se consiguiera.
