La presión impositiva sobre las familias españolas siempre ha sido elevada. Mientras que en países como Noruega o Dinamarca el tener hijos se premia de una manera suficiente para que nadie se plantee dejar de tenerlos, en España las desgravaciones por hijo se encuentran entre las más «ràcanas» de la Unión. La consecuencia, un crecimiento natural negativo, donde la mortalidad supera a la natalidad. Su consecuencia, en pocas décadas, una disminución drástica de la población autóctona de este pais.
Tampoco pueden «tirar cohetes» las políticas natalistas de las comunidades autónomas. Lo primero, y lo más incongruente, políticas diferentes entre las regiones españolas. Aquí, por ejemplo, en Navarra, es más caro formar una familia que en el resto de España y eso que aún no se ha aplicado la reforna fiscal que el nuevo gobierno promete a las familias. Estamos con la del anterior gobierno de UPN.
Mientras que en este pais se piense más en recaudar -eso no significa una gestión mejor-, que en aplicar políticas familiares y de fomento de la natalidad adecuadas, se seguirá perdiendo población, con las consecuencias negativas para el PIB, pensiones y seguridad social.
Otra factor a tener en cuenta y que hoy se puede ver en paises como Bélgica, es, si el autóctono no tiene familia y el inmigrante si, llega el día en el que la cultura y la civilización autóctona, es sustituida por otra, con las consecuencias ya conocidas.
