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29 de noviembre: San Saturnino, Patrón de Pamplona

Hoy 29 de noviembre, la Iglesia celebra la festividad de San Saturnino, mártir en la via Salaria nueva y Patrón de Pamplona

Es uno de los infinitos mártires de los primeros siglos. De Saturnino, originario de Cartago, habla el Papa San Dámaso, que recuerda su exilio en Roma a causa de su fe bajo el emperador Decio y, por lo tanto, su muerte cruel acaecida en el 304 bajo Maximiano.

San Saturnino, o San Cernin como se le denomina en occitano, fue obispo de Toulouse (Francia) a mediados del siglo III. Poco sabemos de su vida anterior a su episcopado.

Desarrolló una actividad misionera en el sur de la Galia y en diversas regiones hispanas. Así, según narra la tradición local, envió a su discípulo San Honesto de Nimes a Pamplona para anunciar el Evangelio. Después fue él mismo quien vino hasta esta ciudad donde convirtió a los primeros cristianos, entre los que se encontraba San Fermín, que llegaría a ser el primer obispo de Pamplona. Todavía se conserva el pozo donde los bautizó, situado en la confluencia de las calles San Saturnino, Mayor y Jarauta.

Tras regresar a Toulouse, San Saturnino fue detenido por los paganos en el capitolio, acusado de que su predicación había hecho enmudecer a los falsos oráculos. Al negarse a adorar a los ídolos paganos, fue atado por los pies al rabo de un toro, preparado para los sacrificios. El animal lo arrastró escaleras abajo desde lo alto del capitolio hasta su muerte martirial, acaecida un 29 de noviembre hacia el año 250. Por ello en la iconografía aparece con las insginias espicopales (mitra y báculo) junto a un toro.

Pamplona, agradecida por haber traído la fe cristiana a sus habitantes, lo venera desde antiguo como su patrono, y de modo oficial desde 1611.

Saturnino, a su regreso de su misión evangelizadora por Hispania, continuó anunciando la fe en su sede de Toulouse. De modo que, iba creciendo cada día y tomando más y más fuerza la iglesia tolosana.

Saturnino, atado a un toro, es martirizado

Las palabras del obispo enfurecieron tanto a la masa, que ataron los pies de Saturnino con una cuerda al toro que iba a ser sacrificado y lo precipitaron desde lo más alto del capitolio. Al instante se le rompió la cabeza golpeada en los escalones del capitolio, desparramándose sus sesos por el empedrado, y se le hicieron pedazos todos sus miembros a lo largo de la carrera del animal.

El toro arrastró el cuerpo muerto del obispo, que ya nada podía sentir, hasta que se rompió finalmente la cuerda, quedando abandonado en la calle, porque acobardados los cristianos que él había convertido con el furor de los gentiles, no se atrevieron a enterrarlo. Fueron dos piadosas mujeres quienes recogieron sus restos colocándolos en una caja que enterraron en una fosa profunda. IGLESIA SAN SATURNINO

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