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La carne como doble protagonista de la semana

La semana de los no sanfermines ha sido la semana de la carne, en dos de sus principales acepciones semánticas.

En Cannes, el octogenario y provocador Paul Verhoeven ha vuelto a escandalizar a la ortodoxia cristiana mojigata y pazguata con su irreverente y descarado “Benedetta”. No debiera ya vender la facilona provocación a costa de ancestrales tabúes sexuales. Uno se pregunta porque no hay manifestaciones artísticas que denuncien esos mismos problemas en la religión musulmana, bastante más intolerante con prácticas de sodomía, en donde hay un gran negocio en torno a la reconstrucción de hímenes y una criminalización al placer femenino con la ablación del clítoris. Hay una doble moral, que parece se debe al temor a sufrir las consecuencias de algún iluminado de la yihad. 

Es desalentador corroborar la falta de conocimiento de la religión cristiana. Por, enésima vez, se incide una vez más en lo fácil, en la carne (el sexo) como mal cuando el verdadero pecado de un buen cristiano es la falta de amor, caridad, compasión, es decir compadecer con, acompañando al ser hermano sufriente. La falta de misericordia del latín misere (miseria,necesidad),cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás) sentimiento por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles. 

La otra polémica ha venido por al abuso en el consumo de carne. La guinda a la campaña de acoso y derribo que, desde hace meses, sufre la carne como alimento la ha puesto el ministro de consumo. La progresía cae en los peores errores de los que dicen ser sus antagónicos, del fascismo ha heredado el reaccionarismo y del bolchevismo el dogmatismo.

De entrada, un ministro debiera conocer la importancia que un sector determinado tiene en la economía de su país.

Además, el problema no se resuelve demonizando la carne. Estamos hastiados de este tipo de campañas: el aceite de oliva era malo ahora es el mejor del mundo, los pescados azules eran pésimos para la salud ahora tienen omega-3 que es lo mejor de lo mejor. Los frutos secos, la leche entera, las legumbres, y así podemos seguir con la lista de alimentos primero criminalizados por intereses económicos de algunos países o grupos de presión para al tiempo demostrarse que era un error, que algunos datos no eran exactos o en algún caso hasta mal intencionados.

Lo peor es que además se mete en el mismo saco a la carne cruda, a los embutidos crudos curados como nuestro jamón serrano, chorizos y salchichones (ibéricos o no), con los embutidos procesados como las salchichas Frankfurt, las hamburguesas industriales, las mortadelas, etc., en donde la tecnología sustituye a la proteína animal por agua y otras sustancias alimentarias de peor calidad (féculas, proteínas lácteas, plasma, etc.) gracias al uso de aditivos y conservantes (abuso de sal y glutamato) y legislaciones permisivas en exceso.

Tampoco se resuelve gravando con un nuevo impuesto como con las bebidas azucaradas.

Si se quiere mejorar la dieta de los ciudadanos hay que educar sobre los alimentos, su origen, su temporada, su forma de conservación y consumo. No nos podemos olvidar del tema económico, subir los salarios o mantener su capacidad de consumo, con dinero se compran alimentos de mejor calidad. 

Hay que tener en cuenta que el problema principal es de nuestro diseño como especie. Hasta hace bien poco éramos cazadores y recolectores, huíamos de los depredadores y cualquier contratiempo suponía nuestra muerte. En pocos siglos, nos hemos convertido en animales sedentarios, con acceso a un sistema sanitario increíble, y con posibilidad de acceder a una sobrealimentación que provoca un superávit en el balance energético que necesitamos para vivir. Este exceso se traduce en obesidad y en enfermedades.

Por ello se debiera incentivar consumos moderados y ejercicio físico. Hace años visitando a unos clientes, en el extranjero, comprobé que en sus instalaciones tenían un gimnasio y había unas tablas con unos pluses de ingresos en nómina en función de kilómetros o kilogramos recorridos o levantados. Las máquinas y aparatos funcionaban con el número de empleado.

Tampoco tiene sentido la ayuda a la producción de sustitutos de la carne como son las carnes de laboratorio, en impresoras 3-D. O el consumo de insectos por motivos ecológicos, habrá que esperar a estudios serios de cuál es el índice de transformación y los consumos de agua y luz para conseguir un kilo de proteína virtual o de grillo y si ésta tiene los mismos aminoácidos en cantidad y calidad que los que nos aporta una chuleta. Incluidas las oxitocinas, serotoninas y dopaminas que segrega nuestro cerebro cuando estamos en una barbacoa con nuestros amigos.

Jesús Bodegas Frías, licenciado en Ciencias Biológicas

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