En una intervención, a tenor de sus declaraciones, no exenta de triunfalismo y de aquí mando yo, el consejero de educación del gobierno de Navarra, señor Gimeno, volvía a ordenar que, en los colegios navarros, la jornada escolar para el próximo curso escolar sea continua.
Este curso pasado, a tenor del confinamientio obligado a partir de marzo y su estado de alarma consiguiente, se estableció un régimen de jornada continua. ¿saben ustedes qué supone para escolares de edades menores estar horas seguidas en clase?
Obviamente, sus profesores no son inmunes a lo injusto y adoptaron clases más cortas y con más recreos. El resultado final, un número elevado de horas perdidas de clase, con la consiguiente pérdida de tiempo a la hora de adquirir conocimientos.
Pero llega este curso y, de nuevo, jornada continua y, de nuevo, pérdida de horas de clase.
Se supone – según datos del Gobierno – que se ha mejorado en la situación pandémica y, por lo tanto, se puede volver al pasado. Dicen que «cualquier tiempo pasado es mejor»; aquí, por lo visto no.
No nos deberia extrañar, no obstante, ya que el gobierno navarro practica un seguidismo total de las políticas del de Pedro Sánchez y de su ministra de Educación con su Ley Celaá, aprobada en estado de alarma, con el mayor rechazo histórico conocido y en los tribunales por atentar contra los derechos humanos.