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Cristóbal Colón y los Reyes Católicos

Cristóbal Colón y los Reyes Católicos

Número 46

En la localidad granadina de Santa Fe, un 17 de abril de 1492, se firmó un acuerdo entre los hispanos Reyes Católicos y el todavía genovés Cristóbal Colón que cambiaría la historia del mundo.

No era la primera vez que los Reyes Católicos y Cristóbal Colón se veían las caras. El navegante ya les había expuesto su descabellada (para algunos) idea de embarcarse rumbo a Asia cruzando el océano Atlántico a finales de 1491. Los reyes lo recibieron en Santa Fe (Granada) y rehusaron garantizarle su apoyo, lo que hizo que Colón marchara al monasterio onubense de la Rábida. Allí, tras unas semanas de reflexión y apoyado por fray Juan Pérez, monje del monasterio que siempre creyó en su empresa, gestó un último intento para conseguir la venia de los reyes. Pérez había sido confesor de la reina Isabel y confió que ella le atendería si se lo pedía y que permitiría partir al genovés hacia las Indias poco tiempo más tarde.

Aprovechando el éxtasis religioso del momento, producido tras la Reconquista del reino nazarí de Granada, última de las posesiones musulmanas peninsulares, el navegante ligó su aventurera empresa con la cristianización del lugar al que esperaba llegar pues, según afirmó, el viaje “permitiría llevar ayuda a los cristianos del continente, trabajar por la conversión de los infieles” y, por si fuera poco, usar los beneficios económicos de la empresa para financiar “una cruzada que liberara Jerusalén de los musulmanes”.

Varios personajes cercanos a la corte apoyaron la empresa de Colón y fueron esenciales a la hora de convencer definitivamente a los Reyes Católicos. El cardenal Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo, medió para que estos le dieran audiencia llegando a afirmar de él que se trataba de un «hombre cuerdo y de buen ingenio y habilidad». Diego de Deza, dominico y miembro del consejo de Salamanca, se quedó impresionado por los argumentos de Colón, llegando a interceder a su favor ante la reina. Luis de Santángel, receptor de las rentas eclesiásticas de Aragón, fue quien convenció a la reina de que aceptara todas las condiciones del genovés. Beatriz de Bobadilla, Marquesa de Moya, y el duque de Medinaceli influyeron igualmente para que la reina Isabel le diera audiencia y para que cediese ante las demandas de Cristóbal Colón.

Así pues, los argumentos acabaron por convencer a Fernando e Isabel, llegando a admitir las enormes exigencias del genovés en términos de autoridad personal y de beneficios económicos, tal como quedaron registradas en las definitivas Capitulaciones de Santa Fe, suscritas el 17 de abril de 1492.

En el documento se le otorgan a Cristóbal Colón los títulos de almirante, virrey y gobernador de todos los territorios que descubriera o ganase durante su vida. También se le concedió un diezmo de todas las mercaderías que hallase, ganase y hubiese en los lugares conquistados. El texto fue redactado por el secretario Juan de Coloma y el original, hoy perdido, fue firmado por los dos monarcas. Las Capitulaciones de Santa Fe significaron un reparto anticipado entre Colón y los Reyes Católicos de los beneficios que reportaría la conquista de lo que después se llamaría América. Con esos beneficios, Colón logró un rápido ascenso social, al pasar a formar parte de la nobleza cortesana.

Andrés Valencia, profesor e historiador

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