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Las Islas Canarias, españolas

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Número 40

Que distinto era este país a comienzos del último cuarto del siglo XV. Cinco reinos, Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y Granada.

En uno de ellos, en el reino de Castilla, acababa de morir un rey, Enrique IV Trastámara. Tiene una hija, Juana, su primera y única hija, y una media hermana, Isabel. La lógica llevaría a nombrar heredera de su reino a su hija Juana. Pero hay un rumor que corre como la pólvora. Dicho rumor proclama que Juana no es en realidad hija del rey, sino de su válido llamado Beltrán de la Cueva, por lo que la corona debería pasar a su medía hermana.

Enrique no quiere saber nada y manda prender a Isabel. Está sabedora de lo que ocurre se fuga del reino castellano, pasando al de Aragón, donde casaría con su primo Fernando, heredero entonces de la corona de Aragón. La pareja consigue apoyos importantes, la del legado papal Rodrigo Borgia en 1472 y el de la poderosa Casa de Mendoza en 1473.

Un año más tarde, en 1474, muere el rey y cada una de las dos candidatas al trono son proclamadas reinas de Castilla por sus respectivos partidarios.

Juana conseguirá el apoyo de su tío el rey de Portugal, Alfonso V. Promete casarse con el a cambio de su apoyo. Será rey de Castilla. También consigue el apoyo del rey francés Luis XI, enemigo de la corona de Aragón por el llamado Rosellón francés, entonces posesión aragonesa. La guerra se perfila como el único medio para resolver el conflicto.

Esto sucede en 1475. El rey de Portugal iniciaba las hostilidades invadiendo Castilla con su ejército. Se suceden varios meses de escaramuzas. Ninguno de los dos bandos parece que inclina la balanza a su favor.

Llega el enfrentamiento o Batalla de Toro. Aunque ninguno de los dos bandos se declara ganador, la mayor parte del ejercito portugués se vuelve a su país, incluida Juana. El bando castellano a favor de Juana se desinfla. Uno tras otro los nobles piden el favor de Isabel y Fernando. Incluso el papado cambia de bando. Pasa el tiempo. Semanas, Meses y llega la Paz.

El tratado que pone fin a la guerra se firma en la ciudad portuguesa de Alcacovas en 1479, cuatro años después de su comienzo. Sería ratificado un 6 de marzo de 1480.

Por este acuerdo, Alfonso V renunciaba al trono de Castilla mientras que Isabel y Fernando a cambio renunciaban al trono portugués. Las dos coronas se repartían sus zonas de influencia en el Atlántico, quedando para Portugal la mayor parte de los territorios, con la excepción de las islas Canarias (de las que aún faltaban por conquistar las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife).

Asimismo, se firmaron dos acuerdos (habitualmente llamados «Tercerías de Moura») que resolvían la cuestión dinástica castellana. En primer lugar, imponían a Juana la renuncia a todos sus títulos castellanos y su reclusión en un convento.

En segundo lugar, se acordaba la boda de la infanta Isabel, hija de Isabel y Fernando, con el heredero del trono portugués, Alfonso, así como el pago por los padres de la novia de una enorme dote que en la práctica representaba una indemnización de guerra obtenida por Portugal.

Andrés Valencia, profesor e historiador

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