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Don Federico, ¡qué malo es Pablo Casado! ¿O es que los “árboles” no le dejan ver el bosque?

Voy a empezar con algo personal y un poco de autocrítica, esa que al destinatario principal de este artículo no parece gustarle demasiado, prefiere la crítica a los demás. También, pidiendo perdón por las autocitas, a las que recurro para poner en contexto todo lo que voy a decir a continuación.

Respecto a lo primero diré que dejé de ser oyente directo de esRadio y me limito a escuchar algún podcast, lo que tiene varias ventajas, se elige qué y cuándo escucharlo, se evita el abuso publicitario al que someten las emisoras a su clientela, parte imprescindible de su sustento –la otra queda en la imaginación– que, por cierto, la mayor parte en este medio parecería reflejo de la aparente hipocondría de su director, y se cambia a otro cuando aburre. Respecto a la autocrítica tengo que reconocer mi error –producto también de la decepción– por lo que alguna vez dije, allá por 2015 y 16, sobre que Libertad Digital era mi medio de referencia, en el que incluso había empezado a publicar: –no este artículo, pese a que era en el que me declaraba así, que no debió gustar a la censura porque cuestionaba al patrón–. Pero ha ido dejando de serlo en los últimos años tras haber perdido a mi juicio esa objetividad de entonces dentro de la crítica desde su línea editorial, como hacíamos todos: Ahora se ha convertido en un pimpampum –venga o no a cuento– contra el en otra época partido más próximo a la ideología del medio y una loa continuada a otro que aún no ha demostrado nada, más allá de una charla populista, cargada de demagogia, sin una sola propuesta concreta que no sean brindis al Sol que salen gratis cuando no se hacen desde la responsabilidad de tener que dar cuentas al electorado y consisten básicamente en decir lo que la clientela quiere oír. Una clientela fanatizada en este caso desde un descontento más que entendible tras la decepción sufrida con el partido que hasta entonces había votado mayoritariamente –algunos, tal vez añorantes de otra época, ya se abstenían porque se les quedaba a la izquierda–, transformado en visceralidad irracional que hace que a veces “los árboles no dejen ver el bosque” y que parece haber transformado el mensaje liberal de otros tiempos en una especie de “dale como sea y aunque no venga a cuento al Partido Popular y a cualquiera de sus líderes y aplaude sin rubor ni límite a los representantes de VOX”, que parece ser la instrucción que se sigue por ese equipo “fiel” que clona o trata de clonar al jefe y que da mucho que pensar sobre qué condiciona esa “lealtad” de un medio cuyo presidente y primer comunicador ya nos ha dejado episodios de delirio hacia opciones políticas que han tenido poco o ningún recorrido político, en muy poco tiempo. “Cuando las barbas…”

¿Nos acordamos de las loas a Rosa Díez cuando en 2007 se iba del PSOE de Zapatero –en eso pareció coherente– y fundaba la UPyD? “Amoríos” que ahora vuelven tras su repesca –otra característica del medio– en esa sección bautizada con el eslogan de Pablo Iglesias en sus III Jornadas de Zaragoza en Marzo de 2013, “Organizando la resistencia” –poca originalidad en el nombre–, en la que reaparece una política que no se resiste al ostracismo, como tantos que retornan cual “profetas del pasado”. Se olvida una etapa de más de 20 años en el PSOE, de los que casi 7 fue consejera de Comercio, Consumo y Turismo del gobierno vasco de José Antonio Ardanza, de un PNV que no ha cambiado nunca en lo fundamental desde que lo fundó Sabino Arana en 1895 y se supone que le parecía bien si estuvo con ellos tanto tiempo; después 8 años diputada europea con el PSOE y, casi 8 también, diputada nacional con el partido rosa, o sea “nueva”, que nos cuenta “ahora” lo que “otros” hicieron mal o no hicieron y habría que rectificar. Bienvenida a la lucha, pero no de la resistencia sino de la sensatez y del sentido de Estado, que a veces es inexistente en nuestros políticos. Amoríos que duraron poco –los egos se impusieron en lugar de unirse– cuando apareció en escena el becario catalán que quiso pasar del pueblo a la nación en un triple salto mortal con varios tirabuzones y se lo llevó la corriente, eso sí, a un buen “puerto giratorio”.

¿Qué decir de lo sucedido después con Albert Rivera, sucesor de “simpatías” –cambio el término para no molestar–? Don Federico se nos hizo naranja tras el fiasco de lo que esperase de Mariano Rajoy tras su paso por el azul con el que alternaba al principio –del rosa podía esperar poco- y sus tertulias y artículos se tornaron desde 2014 y 15 en aplausos y parabienes al –éste sí– nuevo, cuando el buen charlista dio el salto al escenario nacional desde Cataluña a europeas y andaluzas, respectivamente. Las alabanzas al líder de Ciudadanos, entonces todavía socialdemócrata, antes de que se hiciera liberal y progresista también cuando el río revuelto que se veía venir en el voto del PP daba opciones, como se confirmó en las generales de Diciembre de 2015, que medio salvó por la campana –y enmendó un poco en Junio 2016–. Poco antes le dediqué esto a nuestro comunicador que, por supuesto, tampoco aceptó la censura. Y justo ese día electoral –20D–abundaba en esa “policromía” variable de nuestro personaje, que también habían experimentado dos de sus colaboradores “conversos” que, desde el naranja chillón, arremetían en cada tertulia contra el azul “desilusionante”: en el que la dama ya apuntaba al verde, que confirmó su inanidad con los 58.000 votos en toda España, empeorados en Junio-16 con los menos de 47.000, de los que sólo 927 fueron de Vascongadas, su tierra, donde lo conocen bien, 299 de Álava y 24 de Amurrio, aún más conocido –en donde ganó Podemos y su franquicia (1.913) y hasta el animalista PACMA (31) lo superó–. Aquí estuvo otro error de Rajoy al no haber convocado terceras elecciones en Diciembre –se le advirtió y no toca insistir en lo que ya no tiene remedio–, con lo que VOX hubiera desaparecido literalmente dada su tendencia y casi también el PSOE tras la expulsión –no del todo, otro error– de su secretario general, pillado “con las manos en las urnas”, pero eso no toca ahora, salvo para “valorar” en su justa medida el “milagro” Sánchez y el “resurgir de VOX de sus cenizas como consecuencia de la llegada a Moncloa del presimiente y su “mano que mueve la cuna”.

Posiblemente, don Federico, Pablo Casado no demuestra ese liderazgo que pedía José Mª Aznar en su última aparición conjunta –debería evitarlas– del martes en la Universidad Francisco de Vitoria, y eso tendría que hacerle recapacitar o tal vez tomar alguna decisión que, al contrario que muchos, seguramente tomaría si se le demuestra que es lo mejor para España y para su partido, pero convendrá conmigo en que es, sin duda, el mejor parlamentario, con diferencia, de los que vemos en el cada día más devaluado “hemicirco”, que dicen que es la “representación” del pueblo, triste evidencia del nivel del pueblo después de haber dado rienda suelta a la falta de rigor educativo, dejado por unos y otros en manos de los reyezuelos autonómicos, pero de eso tampoco toca escribir hoy, ya lo he hecho en algunas ocasiones. Triste también que el que más se le aproxima en la tribuna sea el marqués de Galapagar, que se sabe bien su discurso y no decepciona a nadie que todavía pueda creer en las tesis –perdón por la hipérbole– comunistas. El resto ofrece poco, con contadas excepciones aisladas del navarro de UPN, Carlos García Adanero, la canaria Ana Oramas o diputadas poco conocidas, como la orensana Ana Belén Vázquez, que sacudía hace no mucho a las bancadas de la izquierda y en dos minutos repartía estopa para muchos, Simancas, Echenique, ERE, etc. o la balear Marga Prohens, que dejaba planchada a la ministra consorte de “Igual-da”, preguntándole qué ha hecho en el ministerio. Y también, Casado es el único de la derecha que plantea propuestas concretas en sus intervenciones, cosa que jamás hace ese personaje al que usted tanto admira como “el auténtico de VOX”, del que ya le he hablado directamente sin mucho éxito, a cuyo discurso son de aplicación las palabras de Mateo, 23, 1-4, respecto a escribas y fariseos, término este último que lo define bien: “…haced todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen”. Y otra cosa que muchos no saben y alguien del PP debería repetir sin pausa, Pablo Casado es posiblemente el único de los líderes políticos actuales que no necesita la Política para vivir y que podría hacerlo, seguramente con mucha más calidad de vida, fuera de su ejercicio, lo que de entrada le da un plus de credibilidad del que los demás carecen ¿Imaginamos al resto en el mercado de trabajo en el sector privado? No quiero entrar en segundos, terceros o cuartos niveles, porque el panorama sería aún más desolador. Hagamos un “suponer”, como coloquialmente se diría en una charla de café: Pedro Sánchez, acreditado doctor Plagio cum Fraude de una tesis que le hicieron otros, ¿tal vez buen taquillero de sauna gay con su suegro? PabLenin Iglesias, metamorfoseado en marqués de Galapagar desde la plebe de Vallecas en la que tan “a gusto” se encontraba “saludando a los vecinos de escalera”, ¿seguiría, en el mejor de los casos para él, como escaso mileurista, sustituto de profesor interino? puesto que no habría alcanzado de ser la española una Universidad con mayúscula, de la que posiblemente ni hubiera egresado. Alberto Garzón –lamentable sucesor de Julio Anguita– puso él mismo de “manifestación” su nivel y sólo podía ser “proponido” para un ministerio –incluso del ínfimo prestigio actual– por alguien muy mediocre que necesitara de ese tipo de personajes para llegar al poder. Su “héroe”, Santiago Abascal, daría para algo más que matón de discoteca o guardaespaldas? pese a ese título que ostenta de “sociólogo” que, tal vez, con un poco de suerte, le otorgaría un contrato temporal de encuestador en un tinglado del estilo del CIS de José Félix Tezanos, en dura disputa con el monopolio argentino que arrasa ese perfil, después de su “arrollador triunfo” en Cataluña “respaldado” por un escaso 3’9% del censo –2’8% de la población–, grupúsculo extremista que sólo votaba a un partido (PxC) de dudosa reputación a juzgar por la complicada situación judicial de algunos de sus máximos representantes, del que se pasaron a VOX en “desbandada” arengados por el hoy condenado Josep Anglada. La dulce Inés Arrimadas, que llegó al primer plano sin hornear, tal vez tendría las puertas abiertas como pasante de algún despacho de abogados, por ejemplo en el que su padrino político Albert Rivera ocupa hoy la presidencia no precisamente por sus “acreditados” méritos jurídicos.

Tengo que reconocerle, eso sí, su habilidad –no en vano viene de la escuela del populismo por excelencia de Göbbels: “Repetir una mentira mil veces la convertirá en verdad”– para sacar de contexto algunas palabras o partes de frases con que mantener contenta a su clientela que, como ya le dije en otro artículo, lo jalea –los dos sabemos dónde fue–:  “Usted tiene mucha influencia” y lo apostillaba repitiendo ese mensaje suyo, a todas horas en las pasadas campañas, con el que unas personas entraron en un colegio electoral: “Federico ha dicho que hay que votar el 1+1+1”, que no hizo sino dividir aún más a esas “tres derechas” y regalarle el Senado al PSOE, pese a que sabe que no existen pero que le dan juego para su munición –que algún día sabremos quién paga–. Le diré por último que cada vez que he leído –lo hice tres veces– el discurso de Casado en la inútil y demencial moción de censura de VOX, más de acuerdo estoy con él, como prácticamente la mayoría de los medios de uno y otro signo que vi en su día dijeron, aunque usted argumentó eso de que “si Pablo Iglesias lo felicita es que algo no hizo bien” que, curiosamente, no le vale cuando Pedro Sánchez puso de ejemplo de sentido de Estado a Abascal cuando se abstuvo en la votación del decreto sobre aplicación de los fondos europeos que, por cierto, ahora se ha sabido que Casado tenía razón al denunciar que había sido arrancado del proyecto el Informe del Consejo de Estado que dejaba serias dudas sobre los mecanismos de control en asuntos como la contratación o las subvenciones, cosa que no le oigo repetir en sus comentarios y soliloquios, claro que eso no alimenta su tesis clientelar.

En fin, don Federico, poca novedad después de tantos años de escucha y algunos encuentros personales. No es oro todo lo que reluce y alimentar las vísceras hace estragos, usted lo sabe y así nos va. Como decía hace casi un año mi paisana Carmen Calvo: “Nos va la vida en ello”, como a usted. Aunque, en honor a la verdad, debo reconocer que en algún comentario reciente le he escuchado decir que “no hay nada que hacer como las derechas no se unan”, justo lo que decíamos un grupo de buenos conocedores de los entresijos del chiringuito verde de su patrocinado y patrocinador –no sé qué va primero– allá por Mayo de 2019, en el Manifiesto por España, un recuerdo ya, aunque su mensaje sigue vigente y del que se hicieron eco muchos medios de comunicación pero que tuvo poco recorrido porque, parafraseando una conocida expresión de Mr. Falconeti, “¿Quién manda en los medios, quién? Pues eso”. La diferencia en esa deseable unión de las derechas, incluso aceptando en ellas la paradójica “socialdemocracia liberal y progresista” de Ciudadanos, es que a usted le gustaría que fuera  en torno al Homo Amurriensis, que ni vale ni tiene equipo, créame, y que llevaría España al desastre que algunos del otro extremo buscan y la única opción, en mi opinión y aunque no sea la perfección, sigue siendo que esa unión la dirija el PP con el liderazgo, si lo consigue, de Pablo Casado o de alguno de los emergentes como José Luis Martinez Almeida, que el martes arrasaba en Antena 3, o Isabel Díaz Ayuso, aclamada en no pocas zonas de España tras su buena gestión en Madrid y su acreditada tranquilidad y capacidad de respuesta ante los terribles ataques de la izquierda, el nacionalismo y sus medios, que los españoles sabemos valorar y espero que su partido también.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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