No se había visto nunca tamaña desfachatez, diría Francisco de Quevedo…
Y es que el gobierno de España está empeñado en saltarse a la torera cualquier ley que le suponga una molestia o, simple y llanamente, cualquier ley que no guste a cualquiera de sus socios de gobierno.
Ahora toca derogar y reformar la ley en lo que se considera delito, las injurias a la Corona, apoyo público y notorio a terroristas y demás actos que vayan a favor del orden establecido. Amparándose, dicen, en la libertad de expresión y en 400 firmas de artistas. Mientras que, por ejemplo, más de 2. 000.000 de firmas y la protesta histórica en la calle rechazando la Ley Celaá por la pérdida de libertad educativa y de elección, no sirven.
Lo más cercano a un Estado opresor, un Estado que va en contra de las libertades de las personas.