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El sector sociosanitario comparte la Medalla de Oro de Navarra

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La consejera Carmen Maeztu ha presidido un acto en el que residentes y trabajadoras de los distintos perfiles profesionales han relatado las experiencias vividas en los últimos meses

El Departamento de Derechos Sociales ha reunido a una treintena de personas entre residentes y profesionales de varios de los perfiles que trabajan en el sector sociosanitario, en un acto de celebración compartida de la Medalla de Oro de Navarra 2020, concedida de manera conjunta con el personal sanitario, baluartes frente a la pandemia del COVID-19.

El encuentro, celebrado en el auditorio de Civican, ha reunido a unas 35 personas y ha servido para escuchar las experiencias  del personal que trabaja en residencias, centros de día, servicios sociales, terapias ocupacional, personal de limpieza, administración y cocina y también a dos residentes, a quienes los anteriores dedican su esfuerzo.

Las vivencias personales de los profesionales  durante estos meses, en una situación tan compleja ha aportado emotividad al acto.  Muchas de las intervenciones han coincidido en señalar, la incertidumbre y el miedo, la necesidad de adaptarse, de un día para otro,  a otra forma de trabajar, incluso de dejar las ocupaciones habituales para atender otras.  Es el caso de Gloria Urbistondo, enfermera, y Olga Cuairán, terapeuta ocupacional. Ambas forman parte del equipo de valoración de dependencia de Gobierno de Navarra.

Olga Cuairán organizó la puesta en marcha del recurso intermedio para personas con COVID-19 en las instalaciones del Balneario de Fitero, en la primera ola de la pandemia “lo que en otras condiciones nos hubiese llevado dos meses, lo montamos en cuatro días”.  En esta segunda apoyó a la dirección de varios centros que padecieron brotes de la enfermedad. “Aparcas tu vida personal, y tienes que explicar a tus seres queridos por qué no estás y por qué es importante lo que estás haciendo”.

Su compañera Gloria Urbistondo, enfermera, hizo más de 2.500 kilómetros con su coche entre marzo y mayo, visitando los centros, como “equipo de soporte”. Conoce de arriba abajo todos y cada uno de los centros de mayores y discapacidad, puesto que los ha visitado varias veces. “Nos convertimos en los ojos de derechos sociales y en la voz de los centros residenciales”. Le tocó atender “a lo que hiciera falta”, desde  organizar traslados de residentes positivos a recursos intermedios, sectorizar habitaciones en los centros, enseñar a poner y quitar EPI, crear zonas de transición, o ayudar en la organización del centro. “Yo sólo quiero volver a mi trabajo y acabar la visita con un ¿me das un beso, que me voy ya?”.

También han tomado la palabra dos residentes, Gema Aguado que vive en la Residencia Javier, en Elcano, y Francisco Guerrero, “Pacho”, residente de El Vergel. Ambos señalan al centro como “su casa, su otra familia”.  Al ser dos personas muy activas, no poder salir de los centro se les ha hecho especialmente duro, así como dejar de hacer tantas actividades programadas fuera. Además Gema dio positivo en COVID-19 y tuvo que ser trasladada al recurso intermedio habilitado en la residencia Félix Garrido. “Fue increíble la bienvenida que me prepararon mis compañeros al regreso”, ha narrado.  Han resaltado el papel del personal cuidador de sus centros “siempre ahí, para que no nos caigamos”. Ambos pasarán las navidades en el centro. “Este año no toca”, señala Pacho.

Montse Baztán, trabajadora social de los Servicios Sociales de Base de Barañáin, ha relatado cómo un equipo de tres personas tuvo que asumir el trabajo de siete, al enfermar una parte por COVID-19 “las situaciones de exclusión también son apremiantes y no siempre tienen visibilidad en la sociedad”.

De un día para otro, los Servicios Sociales cerraron la puerta. “La atención y las necesidades cambiaron de forma vertiginosa sin que nos diese tiempo a digerir la información que recibíamos cada día y debíamos organizarnos para una buena atención a la ciudadanía”.  Cambiaron las rutinas y las “llamadas telefónicas sin tregua, incluso para cuestiones que no eran propiamente nuestras. Las personas nos trasmitían la angustia ante la nueva situación”. Destaca la colaboración y apoyo que encontraron de otros programas y áreas del ayuntamiento, al igual que otros Servicios Sociales. Ha destacado, por último, el papel de las trabajadoras familiares que “debían atender de forma presencial con el riesgo que ello conlleva y con una mayor carga psicológica de la habitual. Es un equilibrio muy difícil mantener la necesidad de atención de las personas usuarias y el miedo de éstas a ser atendidas y de las propias profesionales al contagio”.

También ha tomado la palabra Ainhoa Pérez Gil, directora de la Residencia San José de Corella. El equipo de este centro estuvo viviendo en un hotel en la  ápoca más dura de la pandemia, para no regresas a sus casas y poner en peligro a las personas residentes o a sus familias.

Algo que no pudieron evitar, puesto que, a pesar de haber tomado medidas de prevención con antelación, y disponer de equipos de protección “el virus entró en nuestras vidas y todo cambió en el centro”.  En una semana el área de aislamiento creada a primeros de marzo y que disponía de 8 camas, quedó totalmente ocupada. “Nos impactó  la velocidad de transmisión del virus. Nos llegaron a etiquetar de polvorín y la gente no quería venir a trabajar a nuestro centro”. En junio el centro quedaba libre de COVID-19, con un balance de 5 personas fallecidas.

“Lo que hemos vivido ha puesto de manifiesto nuestras debilidades y fortalezas. Creo que en ese tiempo, cada una de nosotras sintió lo que verdaderamente significa la vocación de cuidado de las personas. Y desde luego, hemos estado todas a una, más que nunca”. Ainhoa Pérez Gil afirma sentirse muy orgullosa de pertenecer al sector sociosanitario, en especial el dedicado a las personas mayores “porque recibimos más de lo que damos”.

La generosidad de las personas en su trabajo

En su intervención, la consejera de Derechos Sociales, Mª Carmen Maeztu, ha felicitado al sector por su entrega y trabajo en “una situación absolutamente nueva e insospechada”.

Asimismo, ha resaltado “la generosidad de las personas que trabajan en la administración, en una infinidad de tareas, y en distintos Departamentos, en los ayuntamientos, en los servicios sociales de base, en los centros de día, y, en especial, las que trabajan en las residencias y en la atención directa con las personas: las cuidadoras, el personal de limpieza, cocina, mantenimiento que realizan una labor silenciosa absolutamente necesaria”.

El acto ha sido clausurado por Inés Francés, Directora de la Agencia Navarra de Autonomía y Desarrollo de las Personas que ha planteado como reto de futuro “poner en valor el papel de los cuidados y, concretamente, de los cuidados de larga duración,  visibilizando el trabajo bien hecho. Desde el Departamento queremos impulsar jornadas de buenas prácticas que evidencien esa labor que realizáis diariamente, los cambios que estáis impulsando en los centros, e involucrar a las personas usuarias y a las familias en esta transformación”.

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