Si algo ha sacado a la luz esta pandemia es el concepto que la sociedad, en general, tenía de las residencias de ancianos, antes llamadas asilos.
Un concepto muy negativo. Las residencias se habían convertido el lugar donde se abandonaban a los ancianos, a las personas mayores, a los viejos. Y, como tal, como lugares de abandono, los mayores se encontraban en muchos casos «dejados de la mano de Dios» y, así, la pandemia llegaba y mataba a muchos de ellos.
Hoy se sabe que la gestión de dichas residencias no ha sido la óptima y también se sabe que deben cambiar. Así lo atestigua el informe que salía ayer a la luz de Médicos Sin Fronteras.
Ahora que la pandemia vuelve por sus fueros, cuando se multiplican, de nuevo, los casos de contagiados, las residencias, muchas de ellas, vuelven a ser lugares de desolación.
El Gobierno, que tanto alardeó de su gestión, las vuelve a abandonar. Las comunidades autónomas también.
¿Ese es el premio que se merecen nuestros mayores, después de una vida de trabajo y esfuerzo?