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¡Cuánto daño nos hace la coletilla del «sí, pero…»!

Empiezo esta sencilla reflexión con una frase de la escritora inglesa, mujer, aunque es más conocida por su pseudónimo masculino: George Eliot, ya que como ella decía «para que le tomen más en serio» aquello que escribía. En la época victoriana, ser mujer no era garantía de poder ser una buena escritora o científica, -¡hemos avanzado mucho, menos mal!-, pues hablamos del final del sigo XIX. Ella nos dice: «El importante trabajo de mover el mundo hacia adelante no tienen por qué realizarlo hombres perfectos».

Es una reflexión que llevo tiempo madurándola y en uno u otro libro de los que desgrano con pasión, salen conceptos que me vienen a la memoria de inmediato: el «Sí pero…» La historia está plagada de todos estos «sí peros». Quizás los mediterráneos tenemos esa costumbre, que algunos apellidan «cainitas», y que a mi cada vez que la leo me duele el alma. Pero sí es cierto que como grupo social no somos optimistas y positivos… Y, eso sin darnos cuenta nos hace mucho daño. Podríamos poner mil ejemplos históricos y actuales que van haciendo la historia, que «mueven el mundo», que «nos traen progreso», que nos liberan y nos abren las puertas de Europa, del mundo; de ese mundo árabe tan rico en petróleo, que todos se lo rifan, incluso cediendo y cediendo hasta límites insospechados por un montón de miles de millones de Euros… Pero, viene la coletilla: «Sí pero cometió un error, amó a quien no debía amar, oscureció su nombre y su persona»…»Sí, un buen hombre, abierto, dicharachero, con amor a los suyos, con amor a su país; sí, pero….Suiza lo delató».

Ni reyes, ni políticos buenos, honrados, ni santos modernos, ni héroes anónimos…; se salvan de la coletilla del «sí pero…» Queridos lectores, los héroes perfectos solo existen en los cuentos de hadas y de guerras, en los guiones cinematográficos y poco más. Gandhi traerá la libertad a la India, pero no se libró del «si pero», maltrataba a su mujer a veces con crueldad…(?) Nuestra manera de enjuiciar a las personas, que han hecho grandes cosas por los demás, quedan desarmadas, oscurecidas, distorsionadas por esa coletilla tan macabra como injusta: «Sí pero, ha denigrado nuestra reciente historia». Esa forma negativa de resumir la vida y los hechos de los hombres -que son hombres, mujeres, con defectos, pero con grandes virtudes y con una gran generosidad-, es una forma negativa que su fuerza motriz es el miedo, la maldad, un perfeccionismo que como tal es idealista, inseguro y en su común denominador es pura negatividad destructiva. Qué bien lo dice el político y filósofo Burke: «¡para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada!», los optimistas, los realistas, los que tienen fuerzas positivas y negativas en la realidad que viven y las aceptan, son quienes mueven el mundo, arriesgándose a cometer errores, porque se permiten ser humanos.

Esta manera que tenemos tan negativa y pasiva de criticar sin construir, con un idealismo ridículo y trasnochado, propio de personas que buscando la perfección, no hacen lo que deberían hacer, por miedo a que no salga bien… Una vez más Cervantes: «dime de qué presumes y te diré de qué careces». Y el evangelista dos mil años antes dice: «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra…» Hacer el bien, es arriesgarse a fracasar, y nosotros hemos de ser agradecidos a estos valientes e imperfectos mortales.

Por qué no nos concentramos en la parte positiva de las cosas, sabiendo que hacer cosas por los demás y cuantas hagamos a lo largo de nuestra vida, conlleva cometer errores, aunque lo que hagas sea el bien y con buena intención. Por supuesto, «concentrarse en lo positivo, en el bien, no quiere decir que ignoremos el mal, sino comprender que la forma más efectiva de erradicarlo es haciendo el bien» (Tal Ben-Shahar) Es una gran lacra personal y social, esa continua y constante coletilla de grupos inseguros, cobardes, cuya inseguridad la esconden con rasgos de superioridad, gustos snobs, conflictos internos que no pueden resolver, y son tan tóxicos que no construyen nada positivo, solo destruyen a quienes se dejan destruir y a sus «monaguillos» que participan de su misma inseguridad en todos los campos.

Dr. Emilio Garrido Landívar , Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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