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Fe en Navarra

Ayer escribí una columna muy diferente, que fue publicada en este medio y ya ha sido retirada. Se llamaba “sociedad desarmada” y era una llamada a la acción, porque veía que no reaccionábamos ante las agresiones de los amigos de los etarras. No sólo ante las manifestaciones ilegales o las agresiones de estos días, sino ante el intento de colocación de propaganda proetarra en el palacio de exposiciones de Pamplona, en el Baluarte, por una peña sanferminera miembro de la Federación de Peñas.

No fue lo único que hicimos. Desde Pompaelo se escribieron cientos de mensajes a todos los que entendimos que podían estar en disposición de ayudar a bloquear esa colocación, y se intentó poner los focos sobre este escándalo. Nos preparamos para dar la batalla que pudiéramos en todos los terrenos. Porque pensamos que, una vez más, las instituciones y la sociedad iban a mirar par otro lado. Pero nos equivocamos, y nos alegramos por ello.

La primera sorpresa fue que la pancarta proetarra de la peña Concordia Chantreana no la habían elegido los socios. A diferencia de otros años, en los que se hacía un concurso entre diferentes opciones, esta vez los socios se han enterado por los medios y redes sociales de que su peña apoya públicamente la libertad de un terrorista, de un asesino condenado y sin arrepentir. Y parece que los socios están pidiendo explicaciones a la junta que les ha puesto en ese lugar.

La segunda fue que el propio Baluarte se plantó. En cuanto fue informada de que entre las pancartas de la Federación de Peñas estaba esa publicidad proetarra, la dirección dejó claro que no se iba a exponer en sus salas.

La tercera fue que al menos PSN y Navarra Suma expresaron su rechazo a la pancarta proetarra. Un rechazo que debería haber contado con el apoyo de otros grupos que dicen respetar la libertad de opinión y la democracia, pero que al menos deja claro dónde están los votos de la inmensa mayoría de los navarros.

La cuarta fue que el gobierno de Navarra, mediante su vicepresidente, expresó su rechazo a la pancarta y a su exhibición. Esto es más importante de lo que parece, ya que muchos asumían que el PSN no tendría la entereza de plantar cara cuando su gobierno depende del apoyo de Bildu. Quizá olvidaban que Bildu no apoya a ese etarra concreto (hasta entre radicales hay grados), o quizá pensaban mal del PSN.

La quinta fue la intervención del responsable de Convivencia del gobierno de Navarra en redes, con el apoyo artillero de su partido, para dejar claro que ese rechazo no era tibio. Una forma de marcar posiciones ante la población, al menos de palabra, muy de agradecer.

Dicho ésto, y pese a la alegría de ver que la sociedad de Navarra y sus instituciones se defienden, es triste que todas esas sorpresas lo hayan sido. Y es aún más triste ver los límites de esas sorpresas (los partidos que se quedan fuera, la Federación de Peñas que no dice nada, la falta de consecuencias). Queda mucho por corregir.

Demasiadas peñas en Pamplona (y otros lugares) y demasiadas instituciones de la sociedad civil navarra llevan años en manos de personas que no tienen claro que lo primero que hay que defender es la vida y la libertad, y que la violencia política es inaceptable. Peñas en las que los socios son plurales, sanos y respetuosos (pero no quieren implicarse en “esas cosas”), acaban sirviendo de anclaje para las opiniones de extremistas; la propia Federación ha sido un ejemplo de ésto muchos años, pero no el único. Desde asociaciones de barrio que mueven agendas identitarias a entidades cívicas que no se atreven a significarse condenando la violencia, la pasividad de los socios es lo que permite que los radicales les usen.

El tejido radical es un tejido profesionalizado, alimentado de subvenciones extraídas de los programas culturales y sociales de las propias instituciones a las que atacan. El peso que tienen en nuestra sociedad viene de que se lo damos, financiando sus semilleros, permitiendo que organicen fiestas locales, que sean interlocutores, y con mucha frecuencia que ignoren las leyes (como cuando encontramos fondos públicos pagando comidas a favor de la campaña de acoso a las fuerzas del orden en Navarra). Cuando gobiernan los suyos, no se andan con chiquitas para favorecerlos, y cuando gobierna gente normal, se la cogen con papel de fumar para ponerles coto.

Si esperamos poco de nuestras instituciones es porque llevamos demasiado tiempo viendo poco. Llevamos años (décadas) viendo que no se prohíben homenajes a etarras (u otras manifiestaciones con alta probabilidad de degenerar en delitos), y que cuando se prohíben, y se ignora la prohibición, no se toman las medidas que prevé la ley. Llevamos años esperando a que los partidos legislen para impedir la discriminación por razón ideológica o profesional, de modo que se puedan tratar las agresiones al que piensa diferente (o al que lleva uniforme verde) como delitos de odio. Llevamos años esperando a que se prohíban los homenajes a terroristas, como recomienda la Unión Europea. Llevamos años esperando a que los reglamentos y pliegos de subvenciones reflejen los criterios de respeto a la libertad de opinión de los demás como reflejan tantos otros. Pero no había valor político para intentarlo, y lo digo de primera mano.

Por eso sorprende tanto, y da tanta esperanza, ver que Navarra se defiende de esta última agresión. A lo mejor estamos aprendiendo. Los próximos días dirán cuánto.

Miguel Cornejo, es economista y presidente de Asociación Pompaelo.

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